Temps de flors. Comentario del libro “El estudiante de las hierbas” de Paloma Blanco Fernández de Caleya, Dolores Rodriguez Veiga Isern y Pilar Rodriguez Veiga Isern. CSIC. 2006.

                           

He titulado el comentario de este libro “Temps de flors” creyendo recordar una frase que me pareció haber leído durante su  primera lectura y que se refiere a una fiesta organizada en primavera en Gerona, el “Temps de flors”, en la cual casas, museos, iglesias, barrios, calles,…. se decoran con flores.

La frase puede estar en algún lugar entre las primeras páginas, cuando se describe la juventud del botánico Juan de Isern (1821-1866) en Cataluña, sus primeras excursiones para herborizar y las aventuras vividas en ellas (detenido en Francia a dónde había pasado sin darse cuenta, casi devorado por un oso o atrapado en unos riscos de los que no puede bajar sin auxilio,….).
También podrían estar dichas palabras en las páginas que describen su matrimonio, pero no lo creo, porque esto ocurre ya en el entorno de Madrid y entonces no convendría una frase en catalán.

Enfin, siempre hay motivos para volver a un libro y el buscar esta frase puede ser para mí otro más, aunque personalmente, para volver a leer el estudiante de las hierbas, no me han de faltar motivos. De eso estoy seguro. ¿Por qué? Intentaré explicarlo en lo que sigue,……

“El estudiante de las hierbas” es un libro excepcional por su veracidad. Dicha veracidad no puede ser sino resultado de la honestidad de sus autoras. Su gestación, con sus contenidos tan bien documentados, ha debido de pasar, antes de salir a la luz, por acontecimientos asimismo excepcionales. Conozco uno que comentaré a continuación, pero estoy seguro de que hay más.

El libro es fruto de la colaboración entre una conservadora del Real Jardín Botánico, dedicada a colecciones botánicas antiguas (Paloma Blanco Fernández de Caleya), y dos familiares de un botánico colector notable del siglo XIX español. Dos autoras del libro, Dolores Rodriguez Veiga Isern y Pilar  Rodriguez Veiga Isern, son tataranietas del botánico. Dolores es ingeniera forestal y Pilar, periodista. Más que hecho excepcional, es casi un milagro que, en este país en que las colaboraciones en materia científica son limitadas y en el que los asuntos familiares tienden a permanecer en el seno de las familias, se hayan unido de tal manera los intereses familiares con los científicos. Esto prueba, más allá del buen trabajo de sus autoras, que el libro destila en cada una de las páginas, su honestidad para dar un rumbo en común a la obra. Ambos, buen trabajo y honestidad, guían a la obra siguiendo la estela que dejó la obra y la vida del botánico Isern, su protagonista. Estoy seguro de que acerca de cómo se forjó la colaboración, las autoras podrían escribir otro libro que, gustosamente comentaría a su debido tiempo, pero por hoy me ocuparé en comentar el que ya está escrito.

 
Como la serie de Proust “En busca del tiempo perdido”, el libro tiene una estructura circular, empezando por el final.  A partir de ahí en forma de relato autobiográfico va recomponiendo la aventura de Juan de Isern. Desde su infancia y sus primeros avatares en el mundo de las plantas, sus episodios familiares, sus estudios, el desplazamiento a Madrid, su matrimonio y el enrolamiento en la Comisión Científica de la expedición al Pacífico (1862-1866). El libro contiene fragmentos de los auténticos diarios del botánico que sus autoras han investigado minuciosamente, así como de sus cartas y de las cartas y diarios de otros de sus compañeros de expedición.

 Copiaré a modo de ejemplo algunos de los pasajes que más me han emocionado:

 De una carta a Mariano de la Paz Graells del 28 de Noviembre de 1863

 
…el árbol que me admiró más fue el Ficus gigantea de 37 pies de
circunferencia, ya el Sr Raimondi profesor de Lima había medido uno de 33
pies; en el bosque donde viven los señores chunchos se ven unos individuos
de mayor corpulencia pero no me atreví a ir a examinarles sus árboles, por
evitar un trabajo menos ustedes de escribir mi biografía; tengo todavía
apego a la vida.

Ficus gigantea. Tomada de Wikimedia Commons

Vista de Guaranda, Ecuador (de currentsky.com).

Del paisaje de Guayaquil a Quito descrito en una carta del 21 de Enero de 1865 a su amigo, el farmacéutico madrileño Félix Borrell, quien lo publicaría en el pabellón Médico:

 El viajero queda pasmado al ver tanta variedad y lozanía; en aquel país puede decirse que la primavera es continua; la vista se deleita al contemplar aquellos árboles gigantescos adornados de flores de distintos matices y entre ellos mil vegetales que unos crecen a sus expensas y otros que, desde la tierra, van enroscándose y cuyas ramas suben hasta la cima de aquellos; son notables las orquídeas y helechos que rodean su corteza, varias especies de musgo y líquenes y las lorantáceas de color rojo más subido tan completamente adheridas a los árboles, que muchos creen que son flores de los mismos; acá y acullá crecen salvias de flores rojas y azules, bromelias dignas de cultivarse en nuestros jardines y compuestas y solanáceas arborescentes.

Las aves son de lo más hermoso y variado que se puede imaginar. A medida que el viajero va acercándose a Guaranda cambia la vegetación, y con ella, la fauna. No puedo entrar en pormenores respecto a la vegetación, hasta que haya estudiado los ejemplares que llevo recogidos y ampliado mis notas, fruto de observaciones hechas, por decirlo así, a vista de pájaro.

De los diarios del último año de la vida de Juan de Isern, cuando éste contaba cuarenta y cinco años:

 

25 de Febrero de 1865

 Sábado. Salida del tambo de Hila a las 6.40 de la mañana, está lloviendo y hay muy mal camino; a las 9 nos hallábamos en la cuesta del Quijos, que tiene una bajada muy parada, pero la casualidad quiso que aclarase el tiempo y nos dejase ver el bello panorama a uno y otro lado de la cuesta del Quijos, su frondosidad, la majestad del río, su corriente, sus moles de rocas de granito, la diversidad de orquídeas colgando de los árboles y otras sostenidas de las pequeñas matas y al alcance del viajero. Viola roja, Hypericum, Bignonias arbóreas matizando con los Alnus, los que muy pronto desaparecieron; era encantador. Volvió a cubrirse de  niebla y yo me adelanté diciendo al compañero Almagro que los aguardaría en el puente; bajé la cuesta, dando en ella tres saludos forzados hasta besar el suelo, y a las 9, 37 de la mañana llegué al puerto de quijos y allí aguardé al compañero…….

 

 17 de Marzo de 1865

 

He escrito a mi casa. No he podido ocuparme de los trabajos de excursión por tener hinchado el pie izquierdo. He tomado algunos apuntes de plantas sudamericanas.

De la colección de Baeza llevo actinidiáceas, amarantáceas. Begonia, campanuláceas, Carica, compuestas, gesneriáceas, gramíneas, lauráceas, loasácea, malváceas, melastomatácea, Siparuna, onagráceas,  alguna especie nueva de piperácea, helechos, escrofularias, rubiáceas, solanáceas y urticáceas con diversos usos y nombres como Zolorpanga (Tolorpanga?), Ganatollo (palo negro); Moradilla; la Yacuyuya, hierba del agua; Arñayuyu (Asñayuyu) yerba hedionda comestible con el cuy; Caspiyuya, palo de yerba; Zapatriquigua (Zapatorquigua o Zapatorgia); Allcumicuna medicina disperso sic., en cocimiento para las calenturas y curarse comiéndola los perros; Hatunchuroyuyo, yerba de caracol grande, para amarrar el enero..; sibagiva, yerba para engordar ganado; guagacacayo, lengua de ganado, sus frutos los comen los pájaros, Islatanga hoja de isla; Uchuguagracallu etgi de lengua ganado; Maxteasnajanga, hoja hedionda; laehataema; Chineaillo compañera de ortiga.

 

De la necrológica escrita por Mariano de la Paz Graells (p 242):

 

Pagaré a mi patria con la vida la deuda que con ella he contraido por la honrosa confianza que me dispensó. Este ha sido mi deber y, convencido de ello, no he evitado los peligros que me conducen al sepulcro. A mis pobres hijos sólo les dejo un nombre humilde, pero honrado; como habéis mirado por mí, mirad también por ellos, querido maestro…

 

Desde su prólogo, escrito desde el conocimiento profundo del tema por Miguel Angel Puig-Samper del Instituto de Historia del CSIC, hasta las magníficas ilustraciones de las páginas 673 a 704 y los índices (onomástico, de topónimos, de nombres comunes), el libro es excepcional por su rigor. Su publicación ayuda a completar un importante capítulo de nuestra historia: El que corresponde a un botánico que se entregó a su tarea en pro del conocimiento completando un viaje que había sido muy difícil y lleno de tareas……………..

 

Agradezco a Paloma Blanco Fernández de Caleya por la generosidad al compartir la información y su amabilidad al revisar el borrador de este texto.

 

Bibliografía 

 Blanco Fernández de Caleya, P; Rodriguez Veiga Isern, D; Rodriguez Veiga Isern, P. 2006.  El estudiante de las hierbas: diario del botánico Juan Isern Battló y Carrera (1821-1866) : miembro de la Expedición Cientifica del Pacifico (1862-1866). Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Serie Ruizia : monografías del Real Jardín Botánico (ISSN 0212-9108 ; tomo 18) .731 p [32] p. pl

 

                                          

  

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