El concepto de tierras marginales me parece francamente peligroso y ambiguo. Desde un punto de vista ambiental o ecológico, no deberían utilizarse tales vocablos. Las tierras marginales nacen de una visión productivista, es decir de la explotación del suelo. Generalmente decimos que un territorio es tierra marginal cuando atesora poco interés para su explotación agrosilvopastoral (agraria, forestal y pascícola). Sin embargo, tal percepción resulta ser muy engañosa, y me atrevería decir que peligrosa.

 

 

Campo de las Dalias (Almería)

antiguos yermos son hoy una de las

zonas más productivas de Europa

Un inmenso mar de cultivos bajo plástico

 

Por un lado, una tierra puede ser marginal o no dependiendo de la tecnología de que se disponga para explotarla. Así, por ejemplo, en los ambientes cuasi-desérticos de Almería (España) la utilización de los invernaderos enarenados, pueden llegar a producir varias cosechas anuales. La mala calidad del suelo y la extrema aridez son, en este caso concreto, suplidas por el riego (aguas freáticas y depuradoras de las saladas del mar mediterráneo con la que lindan). Dicho de otro modo, la marginalidad depende en cierta medida del desarrollo tecnológico. En consecuencia, hoy pueden serlo y mañana no, o viceversa.  También es lógico entender que, en algunos casos, la marginalidad pueda ser muy recalcitrante, al menos para nuestra civilización actual. Pero a saber mañana.

 

La antigua Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, indujo al abandono de muchas “tierras marginales” con vistas a no verse obligada a pagar onerosas subvenciones cuando había excedentes alimentarios. Resulta que ahora faltan debido a la brutal subida de los precios que han provocado los biofuleros con sus biocombustibles. Sin embargo, el abandono de aquellos terrenos ha generado en muchos casos graves pérdidas de suelo por erosión, por lo que su productividad puede haber menguado todavía más.

 

No obstante el asunto resulta un tanto más turbio cuando se mezcla lo ecológico y lo económico, por cuanto la utilización del vocablo de marras, más que confundente resulta altamente peligroso. Reitero que no hay marginalidad en ecología. Pongamos un ejemplo relacionado con la biodiversidad.

 

 

 

Dehesas mediterráneas: Tierras marginales

con agricultura sustentable y un inmenso valor

ecológico. Foto: Juanjo Ibáñez y Yolanda Baquero.

 

José Luis González Rebollar, entrañable amigo y mejor bioclimatólogo, (además de ecólogo), realizó un estudio muy ilustrativo al respecto en Andalucía. El abandono de tierras ha ido generando una recuperación de la vegetación natural. Sería lógico pensar pues que se ha ido alcanzando una mayor biodiversidad. ¡Pues va a ser que no! Todo lo contrario. Según sus estudios, conforme se expandía y crecía la vegetación natural la biodiversidad  menguaba. Sería largo de explicar la hipótesis que manejamos los dos. Solemos considerar que gran parte de España estaba forestada antes de que el hombre transformara el paisaje. No obstante, existen evidencias que nos inducen a pensar que quizás se tratara de sabanas mediterráneas repletas de manadas de herbívoros y sus depredadores. De ser así, nuestra perspectiva debería de cambiar radicalmente. Las dehesas mediterráneas de las que comenzamos a hablar en un post anterior, son el resultado de un aclaramiento del bosque mediterráneo con vistas a que brote el pasto sobre unos suelos muy pobres y de escasa producción agraria. Por lo tanto, hablamos de tierras marginales. Pues buen estos sistemas son los más biodiversos de la península Ibérica. Bien pudiera ser que tal riqueza en plantas vasculares fuera el producto de las antiguas “potenciales sabanas” y por tanto más naturales que el propio bosque.

 

Pongamos otro ejemplo. Durante mucho tiempo se pensó que las “cuasi-estepas” de las mesetas interiores de la Península Ibérica apenas daban para una agricultura extensiva poco productiva. Casi nadie percibió su valor para la preservación de la biodiversidad. Sin embargo, España es uno de los países de Europa occidental que atesora una mayor biodiversidad de aves estépicas. Por tanto, abandonarlas para su revegetación natural pone en riesgo esta rica fauna aviar, como han puesto de manifiesto diversos estudios ornitológicos. Por tanto varias extensiones son hoy preservadas por su “alto valor ecológico”.

 

Resumiendo: (i) no debemos tener en cuenta el concepto de tierras marginales en ecología; (ii) El conocimiento científico progresa, por lo que lo que es marginal hoy puede ser muy valorado en el futuro por su interés ecológico; (iii) La marginalidad productiva puede ser una joya para la agricultura cuando se dispone de las tecnologías (o el ingenio) adecuadas y (iv) la perspectiva productivista cambia tanto con el progreso tecnológico como por meras transformaciones de mercado. No hay nada marginal. El hombre ve la marginalidad cuando no sabe como extraer valor de ciertos ecosistemas.

 

Me preocupa por tanto la alegría de los biofuleros, cuando comienzan a intentar poner en cultivo tierras marginales (los denominados biocombustibles de segunda generación), como si sacaran “petróleo” de un campo yermo. Pero este asunto tiene mucha enjundia y van a toparse con problemas muy serios. Parecen no haber aprendido de sus errores con los de primera generación. Sin embargo este será el tópico de otro post.

 

Juan José Ibáñez      

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3 comentarios

  1. Estimado Juanjo, vuestros comentarios me han recordar a mi ilustre maestro Efraim Hernández Xolocotzin, gloria de la botánica mexicana y para mi padre de la etnobotánica. Cuando con su clásico humor ácido se pitorreaba de las "fronteras agrícolas". También en aquella ocasión que comentaba, que por fin los genetistas se daban cuenta que los genes <Que ellos manipulan> de encontraban en las plantas.

  2. Lo aquí leído apura algo que estoy, junto con otros, preparando para hacérselo ver.

    Tengo cierta experiencia al haber recuperado para la producción un campo que nadie quería por incapacidad para producir de manera rentable. Pasé por el punto de tener todavía menor producción a pesar de los esfuerzos realizados. Con el campo hacía todo lo aconsejado por las prácticas conservacionistas de los años setenta, pastoreo rotativo etc. Un día “VEO” las causas de la falta de progreso (quince años después), el problema estaba en los insumos veterinarios (de los insecticidas y demás venenos ya me cuidaba).

    Me di cuenta del negocio redondo de la ivermectina, por un lado me liberaba de los parásitos internos y externos de las vacas pero por otro lado me hacía ivermectina-dependiente . Observé como me mataba la fauna coprófaga visible a la que no se ve a simple vista ya no la necesita ver. Abajo no tenía vida y arriba tenía 70% descubierto y el resto yuyos. Otros quince años y tengo biodiversidad arriba y abajo además de otras propiedades de la tierra, entre otras la resiliencia. Había recuperado un desierto verde.

    En resumen creo que tenemos trabajos con puntos comunes.Beto

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