Cuando hablo de estos temas, como en el post de ayer: Como hacerse famoso en ciencia sin despeinarse: las revisiones científicas, rápidamente algún lector avispado (lo digo sin ironía) me responde con otros ejemplos. Ayer un colega del CSIC (Ramón) escribió una nota relacionada con este asunto inmediatamente. De hecho yo ya había escrito  un borrador de post sobre lo que él comentaba en octubre de 2006. Hablamos de lo que se denominan escuelas invisibles. Estas constituyen verdaderos poderes fácticos en la sombra, cuyo “criterio de autoridad” puede terminar siendo difícil de superar a la hora de publicar en “determinadas revistas científicas”. Ya os expliqué en el post mentado mi pelea particular con uno de tales lobbies. Sin embargo, su poder es tal que conviene explicarlo con cierto detenimiento, ya que es otra vía para alcanzar una notable notoriedad en ciencia, es decir de como hacerse «algo» famoso sin despeinarse. Se trata de lo que en mi contribución de ayer denominé “malas prácticas” de los investigadores. Comenzaremos pues con los comentarios de «Ramón del CSIC» al mencionado post.

Ramón, de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC-Almería) envió el siguiente mail sobre como hacerse famoso en ciencia sin despeinarse.

 

Te falta otro modo de operar muy beneficioso: «Las ruedas de revisores en nicho«.


Un grupo, digamos 5 centros o universidades se superespecializan en una disciplina muy muy concreta. A partir de ahí, se produce una rueda de revisiones en donde todos se evalúan mutuamente y se dan el visto bueno aunque lo que publiquen sea una majadería.


Con el tiempo esa rueda se va consolidando y cuando alguien ajeno al grupo intenta publicar algo, sea critico o no, simplemente es rechazado y queda excluido.


En ocasiones estas ruedas acaban en «
argumentos de autoridad» fuertes en donde nadie se atreve a desdecir supuestos o teorías a pesar de que los datos experimentales muestren que no son correctos.   

 

Pues tienes toda la razón Ramón: se trata de las escuelas invisibles, y tú mismo hablas de argumentos de autoridad. ¡Ya!, ¡ya se!: me comentarás que a menudo no son tan invisibles. ¡Cierto!. A veces son muy descuidados, especialmente cuando ya han alcanzado el poder que anhelaban.

 

Como ya comentamos, en el Congreso Mundial de Filadelfia de la Ciencia del Suelo (2006), los comités editoriales de algunas de las revistas más prestigiosas del mundo (en esta materia) clamaban al cielo por la inexorable y apabullante subida de la Revista china (Pedosphere) en los índices de impacto. Ya avancé que era pura hipocresía. Si alguien piensa que todos los editores y evaluadores de “papers” son honestos andan equivocados, pero que muy equivocados. Terminé mentando si sabíamos lo que significaban los vocablos “escuelas invisibles” y “criterios de autoridad”, de los que tanto hablan algunos sociólogos y filósofos de la ciencia. Ambos atentan, de una u otra forma, contra la manoseada objetividad de la que tanto hablan los prebostes de la ciencia a la hora de defender su actividad. Sin embargo, las dos son lamentablemente inevitables. Desgraciadamente son consustánciales a la actividad social de la ciencia y sesgan la supuesta calidad de muchas contribuciones científicas, ya sea positiva o negativamente. Pero comenzamos por analizar el significado de los vocablos de marras.

 

Se entiende por “escuelas invisibles” a un colectivo de científicos que se apiñan a la hora de defender los mismos intereses. Generalmente corresponden a los que enarbolan una perspectiva concreta en su ámbito o especialidad. Pueden o no agruparse oficialmente. Empero conforman una escuela, en tanto en cuanto luchan contra los que defienden otras perspectivas rivales de su disciplina. La ciencia los padece con especial intensidad cuando, con harta frecuencia, alguno de ellos llega a ser editor de una revista internacional importante. Reitero que comienza a ser la norma más que la excepción. El criterio de autoridad, desgraciadamente, suele recaer en los líderes de tales escuelas. Obviamente no siempre, pero sí casi siempre.

 

En realidad los seres humanos funcionamos socialmente con hábitos excesivamente gregarios; yo diría que atávicos. Desde que uno comienza a ir al “cole” se percata que ciertas pandillas se agregan en torno a uno u pocos líderes, que se divierten aterrorizando al resto de la clase. Resulta esperpéntico que desde hace algún tiempo se hable del acoso escolar como un problema nuevo, ya que ha existido desde siempre. Y sabemos que en la adolescencia tal práctica continúa en las pandillas callejeras, e incluso entre meros grupos de amigos. El jefe manda. A su lado, unos pocos sicarios ejercen de comandantes, mientras que el resto del colectivo se limita a seguir al pie de la letra sus dictados y reírles las gracias (que realmente suelen ser de muy mal gusto). Mientras tanto, los demás a sufrir sus agresiones psicológicas y físicas. Pues buen, podríamos hacer analogías a nivel de adultos “ad nauseam”. Dentro de los mismos partidos políticos, por ejemplo, las facciones corresponden a tal patrón. Y todos sabemos que las puñaladas que se dan entre tales “corrientes” con tal de conseguir el poder (o una determinada cuota del mismo). En otras palabras, dentro de su agrupación las peleas pueden ser más cruentas que las que acaecen entre partidos que defienden distintas ideologías. Pues bien, en la actividad científica el personal suele funcionar del mismo modo, mal que nos guste reconocerlo. Ser independiente resulta pues ir de Don Quijote por la vida. O te adscribes a una escuela o te atizan todas al cruzarte en su camino.

 

Podríamos hablar de la presencia de tales entes en los colegios profesionales, en los colectivos de ciertas disciplinas que terminan por copar el poder de la especialidad en un país (cátedras, asociaciones científicas, etc., etc.). Sin embargo, nos centraremos en el rol que desempeñan en las publicaciones científicas.

 

Ya comentamos hablando de la Comisión de Edafología Matemática de la IUSS (edafometras) que resulta ser un verdadero lobby. En el post sobre revisiones científicas y especialmente en este, entre otros, comentamos algunas de sus tropelías. Sin embargo, les tengo reservados varios post con vistas a que comprobéis de lo que son capaces: (como mínimo se les podría acusar de mala praxis científica, cuando no de corrupción). Pero no nos engañemos no son los únicos. Tales colectivos han existido y existirán. Lo que ocurre es que, ni las editoriales, ni nuestras autoridades, están por la labor de limpiar la suciedad que comienza a oler demasiado dentro de “las casas de la ciencia”. Pongamos dos ejemplos para ilustrar la “sociología de estos colectivos”.

 

Si no perteneces a la Comisión de Edafometría no eres edafólogo matemático por “criterio de autoridad”. Pues resulta, que la mayor parte de los edafólogos matemáticos no nos hemos inscrito en su facineroso aunque oficial lobby. Cada año, los edafometras eligen a uno o dos de sus sicarios (desconozco cuales son sus criterios) con vistas a que propongan los cinco papers que les parecen más relevantes, entre publicados ese año sobre edafología matemática. Al parecer el año pasado (2006), a causa del Congreso Mundial de Ciencias del Suelo en Filadelfia, no se celebró la votación del mejor paper de 2005, por lo que este año debían repartir los galardones correspondientes a 2005 y 2006. La Newsletter Pedometron, el órgano oficial de estos “colegas”, publicó los títulos de los papers y nombres de los autores candidatos de cada año. Como soy matemático os puedo decir que 5 + 5 = 10. Pues bien, entre los 5 candidatos, los miembros del lobby votan cual les parece la mejor contribución. El ganador recibe el premio. Resulta que, de los 10 papers presentados 9 fueron publicados en la misma revista: Geoderma.  ¡Qué casualidad! Tal revista no se centra en edafología matemática, sino sobre ciencias del suelo en general. ¿Quién es uno de los editores en jefe de Geoderma?: Un tal A.M., que resulta ser uno de los dos capos de la Comisión. Siempre aparece entre los candidatos mentados como el otro. Casi siempre son los mismos o sus colaboradores. Ahora la prueba del algodón.

 

1.        Analizar en su página Web los miembros “oficiales” de la comisión, no los “invitados” como yo (ya os comenté que no deseo ser miembro de ese engendro).

2.       Ver quien son los que han ganado los premios cada año desde sus inicios.

3.       Ver cuantos papers ha publicado en la mencionada revista su editor edafometra en los últimos años (¡escandaloso!)

4.       Vincular los papers firmados conjuntamente, al menos alguna vez, entre los distintos miembros de la comisión (el entramado de conexiones es formidable)

5.       Realizar un grafo con las relaciones personales detectadas en el ítem 4.

6.       Sacar vuestras propias conclusiones.

 

Si alguien intenta publicar un artículo sobre edafología matemática que ponga en duda los puntos de vista de los dos popes (…..) ya sabéis la respuesta.

 

Pero, quizás una historia que me contó una compañera y amiga del CSIC, prematuramente fallecida por causa de un cáncer, sea aun más ilustrativa. Tal conversación (hará unos 15 años), ¡no virtual! (aunque filtrada por mi memoria) más o menos fue así: ¡Va por ti Choni!

 

Juanjo: ¿Qué te pasa Choni? Te veo muy meditabunda

Choni: Tengo un lío (…ella decía “telar”…) Voy a enviar un paper a una revista y no me decido.

Juanjo: ¿Que problemas tienes?

Choni: Hace pocos años se fraguó una gerra en mi especialidad entre dos fracciones

Juanjo: ¿Y?

Choni: Se escinieron en dos sociedades internacionales distintas.

Juanjo: No entiendo el problema: ¿que tiene que ver eso con la elección de la revista?

Choni: Una facción se hizo con el poder de la revista más prestigiosa y la otra creo la suya

Juanjo: Ósea que tienes dos en las que puedes publicar ¿No te decides?

Choni: En el fondo da igual. Tome la decisión que tome estoy perdida

Juanjo: Choni, haz el favor de ser más concreta. No te acabo de entenderte.

Choni: Si envio el paper a una, sea cual sea, y lo aceptan (..) jamás podré publicar en la otra y (…)

Juanjo: ¿Y?

Choni: Si no me lo aceptan y los otros se enteran, posiblemente tampoco pueda hacerlo más

Juanjo: Ya veo: pero tu a que tendencia te adscribes; cual se acerca más a tu línea de trabajo

Choni: Las dos son válidas para mí y tengo amigos en las dos. Ese es el problema.

Juanjo: Bueno Choni, eso nos pasa en la vida muchas veces, tendrás que tomar una decisión.

Choni: Ya lo sé, pero tome la que tome, perderé a los amigos que tengo en uno de los dos bandos

Juanjo: ¿O quizás a los de los  dos?

Choni: ¡Exacto!

Juanjo: ¡Pues sí! Menudo dilema. Yo en estos casos lanzo una moneda y cara una y cruz otra.

Choni: Ya pero todo esto es una pena y me da asco.

Juanjo: Choni, es que los científicos damos asco.

Choni: No tendría que ser así.

Juanjo: Pues no. Pero ya sabemos como funciona esto

 

Resumiendo, intentar ser independiente es encaminarse hacia una ruta plagada de trampas y zancadillas. Por tanto, para los que no quieran problemas, (i) uno debe de afiliarse a una escuela invisible, (ii) seguir los caminos que sugiera el líder (o líderes) sin rechistar, (iii) citarle hasta la saciedad, (iv) intentar resolver algunos de los problemas que plantea; (v) atacar al rival sin piedad aunque te caiga bien; (vi) hacer una estancia en el centro del mandamás; (vii) Invitarle como orador principal a un congreso que hagas tu (viii) ponerle en algún paper que sepas que sea de su gusto: (ix), etc. etc.

 

Así son las cosas muy a menudo. ¡Qué pena! ¿No?

 

Juan José Ibáñez 

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