Terminamos nuestra nota anterior sobre el tema del fraude y la mala praxis científica, haciéndonos la siguiente pregunta: ¿Qué hacen las revistas cuando entre sus páginas se demuestra que hay material fraudulento? Esta nota podría ser más que escueta, si respondiéramos lacónicamente: Nada. Sin embargo las repercusiones sobre la literatura científica son enormes. Si un solo científico “prodigioso”, como ha ocurrido en diversas ocasiones, ya ha publicado varios centenares antes de ser descubierto, el resultado es dramático: hay miles de papers fraudulentos en la bibliografía que consultamos. Es decir, no podemos estar seguros de lo que leemos es objetivamente cierto (teniendo en cuenta lo efímero del “la verdad” científica). Veamos a que me refiero.

 

Resulta también una mala praxis científica que una vez descubierto y condenado un fraude las revistas científicas no adviertan a sus lectores del tema. Más aun en la era digital la supresión de tales papers ya no es tan difícil como lo fue con anterioridad. Pero las revistas actúan como si nada hubiera ocurrido, cuando en realidad son corresponsables, por cuanto como nos advierte H. Freeland, en mnucg¡chos casos una revisón por pares cuidadosa los hubiera detectado, en muchos casos con suma facilidad. Una cosa es que los casos famosos sean motivo de noticias editoriales en revistas como Nature o Science, y otra bien distinta que las revistas en donde se publicaron hagan “mutis por el forro”. Tales revistas deberían también ser sancionadas. Parece ser que las pertenecientes a la editorial Elsevier son las más criticadas.

 

El tema resulta muy grave por tres razones:

 

·         La mayoría de los investigadores no hacemos mucho caso, por lo que parece, de las notas editoriales que denuncian fraude, sino que pasamos directamente a la lectura de los “papers” de nuestra especialidad.

·         Los científicos “prodigiosos”, han sido descubiertos después de colar “cientos” de papers. Por tanto como son varios, hablamos de miles de papers, tan solo para este caso de fraude.

·         Los expertos en el tema reconocen que solo estamos hablando de la punta del iceberg

·         En los casos estudiados hablamos de  Premios  Nóbel o de candidatos a él, por lo que se trata de artículos generalmente muy leídos. Todo el mundo ha oído hablar del caso Gallo y el descubrimiento del virus del Sida (aunque no sé si en este caso en concreto había jóvenes prodigiosos detrás) o del Nóbel Baltimore (aquí si se daba esta circunstancia)

·         Resulta lógico pensar que en disciplinas de menor impacto y para investigadores de menor reputación tal práctica también se de. Ya señalaremos algún caso concreto en alguna nota posterior.  

 

Personalmente conozco varios casos de jóvenes pseudo-jóvenes “prodigiosos” que han hecho fraude. Empero como no se me atendió cuando lo denuncié, dejé de molestarme. Luego os relato un caso y otro relacionado con el tema. No hablo de invención, pero sí de repetir la misma información, recocinarla y publicar lo mismo en más de tres y cuatro ocasiones como  mínimo. Y digo varios casos, no uno. Empero al entrar en especialidades que no alcanzar la audiencia de la biotecnología o las ciencias biomédicas, suelen pasarse por alto.  Como os he mentado voy a explicaros dos casos que me han afectado personalmente, dejaré otros para notas posteriores.

 

Caso 1.    Este caso concierne al papel de las revistas, y aunque no es un fraude sí afecta a una conclusión falsa en un artículo que yo publiqué. Se trataba de una replica a un “Discussion Paper”. Para quien no lo sepa un “discussion paper” se trata de un artículo que una revista publica, por su especial interés, de modo que el autor o autores exponen sus investigaciones en el artículo (generalmente de mayor extensión que uno convencional) y seguidamente prestigiosos científicos de su especialidad discuten sus bondades y debilidades. Por último, el autor(es) responde(n) (reply en anglosajón) a los prestigiosos científicos en la misma publicación. En mi caso se publicó en Geoderma en 1998 (sa han publicado menos de 20 en treinta años). En total más de cuarenta páginas para dar cuenta del concepto de edafodiversidad y su medida.. Cabe mentar que el artículo salió bien parado del análisis de mis colegas. Otra cosa es como se originó, lo cual por ser motivo de mala praxis (no el paper, sino el proceso previo que dio lugar a él, y del cual yo no fui culpable), os lo explicaré cuando llegue el turno de el  “la revisión por iguales” y del “arbitraje editorial”.

 

El, caso es que tras la publicación, un colega (por cierto español, motivo por el que pedí un tribunal de ética que no tuvo a bien concederme en mi institución) arremetió contra mis conclusiones (y algo más y mucho peor). El editor de Geoderma, me lo envió diciendo que respondiera, ya que deseaba publicar su ataque y mi réplica. Así se hizo. Seguidamente a la editorial llegó otra segunda nota que apoyaba la primera mía en contra del ataque del primero. El editor reiteró la misma práctica y yo volví, más que a replicar (ya que me daba la razón) a abundar sobre el tema. Empero cometí un serio error. Reconozco que, por razones mentales que no alcanzo a entender, confundí distribuciones logarítmicas con potenciales y las hice sinónimas. Sabía que no lo eran pero tuve un lapsus mental de primera magnitud.  Cuando me di cuenta. Escribí al editor una carta solicitando la publicación de un “erratum” en el que sustituyera un párrafo por otro, añadiendo mis disculpas a los lectores. La verdad es que el error no afectaba a las conclusiones, pero era palmario y de detectarse sí lo haría a mi credibilidad. Por tres veces escribí. El editor no dio respuesta. Y (…) allí sigue aquella burrada. En otra publicación posterior abundé en el tema con rigor, por lo que nadie podrá decir que soy tan zopenco. Sirva el caso para ilustrar  lo que le importa a muchos editores la veracidad de lo que publica su revista.

 

Caso 2.  Este caso es más grave, aun no habiendo aparecido en una revista indexada sino en las actas de un congreso internacional. Y fue generado por uno de esos científicos pseudo-prodigiosos españoles que repiten la misma información en varias revistas indexadas. Empero en este caso su mala praxis fue de otra catadura. A aquel congreso, un colega de mi centro e íntimo amigo me pidió que le ayudara en una contribución a publicar en las correspondientes actas (congreso europeo sobre degradación de suelos). Mi participación fue modesta, por lo que si hubiera figurado en agradecimientos también habría sido justo. Mi amigo y autor principal lo envió al otro de los tres coautores para su revisión y mejora del inglés. No supe más hasta que me informaron que el capítulo había sido ya publicado, unos 2 años después.  Pedí a uno de los editores (buen amigo mío también) un volumen, por cuanto no había asistido personalmente al congreso y no me correspondía. He te aquí que el editor me envía el volumen de los Proceedings (era en inglés), y veo que en el mencionado capítulo el autor principal no era mi amigo, como se le había remitido al susodicho “pseudo-prodigio”, sino que este ultimo se había colocado en primer lugar. Más aún mi nombre había desaparecido y reemplazado por un autor inglés (que trabaja en la Universidad de Ámsterdam), que nada había hecho. Obviamente m entró un ataque de cólera. Sin embargo mi amigo y legítimamente el primer autor, me rogó que pasara del tema y no hiciéramos nada, ya que se trataba de una publicación menor de escasa relevancia para un CV. Le hice caso. De este pseudo-prodigio me llegan noticias de actos de tal catadura casi todos los años. Mucha gente lo sabe, pero nadie le hemos denunciado. Finalmente sacó una plaza en el departamento de una Universidad, que fue advertida. Que Dios les pille confesados, ya que sus miembros corren graves peligros. Hay más, mucho más y más grave, que iremos desgranando en futuras contribuciones.

 

Juan José Ibáñez

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5 comentarios

  1. ¿Y a qué esperas para denunciar a ese "pseudo-prodigio", si tienes todos los datos para fundamentar una buena acusación?

  2. Alberto,

    Yo ya he denunciado en más de cinco ocasiones fraude o mala praxis a cuatro organismos diferentes, incluyendo uno europeo. He pedido tribunales para juzgar los casos. Nada de nada. Como digo en una nota España aun está en la fase de quien denuncia paga las consecuencias. Eso sí en las dos últimas ocasiones sí las autoridades consultadas recriminan al infractor y le hicieron modificar los hechos. Pero No tomaron medidas de castigo. Pero yo fui a posteriori discriminado como “conflictivo”. Les molestan mucho este tipo de acusaciones.

    Efectivamente este caso es muy claro y animé a denunciarlo, pero los centros afectados no quisieron. Mis colegas parecen entender que es un lío. Yo se del caso, pero otra cosa es acumular todas las pruebas y luego, ¿a donde lo denuncias?, si la persona no está en mi institución?. Falta cultura y figuras concretas que atiendan este tipo de casos y defiendan al acusador (si no comete difamación). Yo ya pegué las consecuencias. Lo que hace falta es que en España se aborde el tema y se explicite lo que hay que hacer, como en USA y otros países europeos más recientemente. Sino el que corre más peligro es el denunciante, insisto.

    Juanjo Ibáñez

  3. Estimado Juan José,

    Te he escrito a la dirección de correo que proporcionas en este blog, pero me devuelve los correos, motivo por el que te hago llegar el mensaje por aquí. Edito una revista sobre ciencia y cultura, y me gustaría que publicaras algún artículo sobre el fraude científico. Si te interesa puedo enviarte un ejemplar para que veas el estilo. Saludos cordiales.

    JL

  4. Hola José Luís,

    Escríbeme a choloibanez@hotmail.com. Gracias por tu invitación que seguramente aceptaré gustoso. Pero escribeme aquí y ya concertamos un toque telefónico.

    Gracias

    Un Cordial Saludo

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