Transformación de los Paisajes Vegetales Mediterráneos Durante los Últimos 10.000 años: el Rol del Cambio Climático, el Fuego y el Pastoreo

Aunque a lo largo de varias décadas se dio por sentado que, durante el Holoceno, la mayor parte de los paisajes forestales mediterráneos estaban constituidos por especies esclerófilas peremnifolias (mayoritariamente del género Quercus:: encinas, alcornoques, carrascas o coscojas, etc.), comienzan a acumularse pruebas de que su esclerofilización pudo ser en buena medida  posterior y predominantemente subordinada a la acción de las culturas neolíticas, si bien tampoco pueden excluirse implicaciones climáticas, o la acción conjugada de ambas fuerzas. En cualquier caso, las biocenosis mediterráneas tan solo emergen hace aproximadamente 7.000 años. Actualmente, la mayor parte de los autores consideran que la génesis de los actuales ecosistemas se debió fundamentalmente a los incendios, pastoreo y el desmonte (parcial o total) de los bosques primigenios por las actividades humanas.

Tales bosques eran más pluriespecíficos que los actuales, en lo que concierne a su foresta. Es decir el dosel arbóreo era mucho más diverso. Los paisanos también efectuaron un desmonte selectivo, dejando las especies de mayor interés para su subsistencia (p. ej., las encinas por sus frutos de “montanera”) en detrimento de la variedad original. González Bernáldez acuñó el término frutalización a la hora de describir tal práctica. ¿Cómo era pues el paisaje prístino de la Península Ibérica?

 

Sin descartar la presencia de masas forestales extensas y cerradas, especialmente en las áreas de fisiografía abrupta, la constatación de la existencia de grandes manadas de ungulados y la variedad de los depredadores sugiere la presencia en muchas llanuras de formaciones abiertas con abundante pasto. En otras palabras, hablamos de un paisaje sabanoide o una genuina sabana mediterránea,  parecida en muchos sentidos a las africanas de hoy en día. Estas serían en origen de las actuales dehesas del oeste peninsular, pero albergando posiblemente más especies de árboles.

 

Los grandes cambios de la vegetación mediterránea durante el Holoceno, como consecuencia de las actividades humanas incluirían: (i) la sustitución de las fitocenosis forestales por maquis, y de estas por maquis y garrigas (en las zonas más erosionadas) con la consiguiente alteración de los ciclos de nutrientes; (ii) la expansión de la vegetación esclerófila a costa de los bosques de hoja caduca; (iii) cambios drásticos y complejos en la estructura de las comunidades que llevaron aparejados, entre otros procesos, el incremento de las diversidades a (intra biocenosis); b (entre biocenosis) en los hábitats moderadamente perturbados y su dramático descenso en los degradados o desertificados; (iv) la susodicha frutalización, y (v) el “cerramiento” de algunas de aquellas zonas sabanoides una vez desaparecido la fauna original y ser substituida por la ganadería, que se restringiría a zonas geográficas más concretas. Cabe mentar aquí que muchas dehesas del este peninsular han desaparecido muy recientemente tras los efectos colaterales de las desamortizaciones de Madoz y Mendizábal. Es decir, hace unos 200 años, el este peninsular albergaba extensiones abiertas, pero más arboladas.  

 

La vegetación mediterránea de los primeros milenios del Holoceno parecía estar mayoritariamente, compuesta por especies caducifolias, o al menos éstas eran mucho más abundantes que en la actualidad. La sustitución de los bosques caducifolios y/o marcescentes por los esclerófilos pudo comenzar en el este de la Cuenca hace aproximadamente unos 8 Ka, y progresar luego hacia el oeste. De este modo el mencionado avance debió alcanzar la Península Ibérica hace unos 6.5 ka, si bien estas cifras están sometidas a revisiones continuas por los expertos. De ser cierta esta hipótesis, el proceso de sustitución de unas masas forestales por otras no fue sincrónico, coincidiendo más o menos con el avance de este a oeste de las culturas neolíticas. Los que defienden la hipótesis del cambio climático debieran tener enguanta que, entonces, el proceso lógicamente hubiera sido más sincrónico. Las evidencias actuales no sustentan tal sincronía. En cualquier caso, las evidencias paleoecológicas son escasas e imprecisas, por lo que, para algunos autores, no es descartable la posibilidad de que las mencionadas alteraciones tuvieran sus raíces en los susodichos cambios climáticos naturales (quizás también forzados en parte por el hombre). Sin embargo, como ya mencionamos, la leptosolización del paisaje (pérdida drástica de recursos edáficos) desciende de este a oeste de la Cuenca Mediterránea, apoyando la conjetura de una pérdida de suelo generada principalmente con la agricultura y el pastoreo, más o menos acorde con el tiempo sujeto a la neolitización. Es decir que el hombre parece haber sido el desencadenante de una drástica transformación del paisaje.  Pero tal transmutación se aleja a tiempos prehistóricos.

 

En cualquier caso, durante los últimos milenios, Quercus ilex y Quercus coccifera han sustituido a Quercus pubescens en grandes extensiones del sur de Francia; Quercus ilex, Q. rotundifolia  y Quercus suber a Quercus canariensis y Quercus pyrenaica en Marruecos Quercus ilex y Pinus nigra a Fagus silvatica, Quercus pubescens y Quercus petrea en Córcega ; en Dalmacia en aclaramiento de los bosques caducifolios primigenios dio lugar, primero a un incremento de Carpinus orientalis y Ostrya  y, finalmente, a la sustitución de todos ellos por matorrales de Juniperus, Phillyrea y Pistacea. En ambientes más frágiles, la degradación irreversible de los geoecosistemas y la erosión (desertificación) pudo terminar desplazando bosques y matorrales por una vegetación semiárida estépica rica en caméfitos y pterófitos, como es frecuente en el mediterráneo Afroasiático. Adicionalmente, la vegetación primigenia ha sido sustituida por matorrales y formaciones arbustivas del tipo de Quercus coccifera en aquellos lugares en donde las quemas regulares han convertido a estos últimos taxones en comunidades permanentes (estados estacionarios en terminología de la dinámica de sistemas). Se trata de lo que algunos autores denominan “disclimax” (“fire disclimax”), como ya vimos en otra contribución. De hecho, los maquis de coscoja parecen ser comunidades extraordinariamente resistentes a las perturbaciones (“resilient” en términos anglosajones). Algunos autores, son de la opinión de que la esclerofilia potencia la estabilidad frente a las perturbaciones, a costa de una reducción en la producción primaria neta. Estudios arqueológicos y paleoecológicos, constatan que la substitución de formaciones caducifolias por peremnifoslias y de estas por maquis y garrigas fue debida a una pérdida de espesor del suelo (leptosolización) debido a actividades antrópicas. En las montañas, tal situación generó una contracción o extinción (según los casos) de los bosques caducifolios por los del poso montano inferior (perennifolios exclerófilos) y del superior (pinares de alta montaña). Es lo que hemos venido llamando efecto pinza.  

 

Finalmente, cabe mentar que en ciertas zonas de las Sierra Gaditanas se conservan formaciones semejantes a las laurisilvas canarias. El topónimos del término laurel (en lengua catalana) también es frecuente en Girona, mientas que los laureles invaden ciertas islas de las rías bajas gallegas, en lugar de los robles, como cabría esperar en primera instancia. ¿A que viene esto? Por sorprendente que parezca, en localidades aisladas al sur de la provincia de Girona, a partir de esta última hasta el norte de Italia, e incluso en enclaves de las rías bajas, series largas de teledetección nos han mostrado la ausencia de paros vegetativos estivales e invernales durante la mayor parte de los años. Bajo estas circunstancias la presencia de laurisilvas, más que factible, parece probable. Queda por determinar sí desaparecieron ya como consecuencia de las glaciaciones, o si lograron acantonarse en ciertos reductos con microclimas excepcionales (existen evidencias de la presencia de tales bosques lauroides en el sur de las islas británicas, hace pocos miles de años). En cualquier caso, investigaciones a realizar podrán corroborar o refutar la conjetura de si permanecieron en el Holoceno o si aun podrían propagarse en las áreas mentadas de existir fuente de propágalos próximas (que obviamente no es el caso). 

 

Obviamente todo lo apuntado no descarta la incidencia de los mentados cambios climáticos naturales, como sucedió hace pocos miles de años en el norte de África. Empero los cambios de vegetación asociados a los asentamientos neolíticos corroboran la acción generalizada del hombre.  

 

Resumiendo, aun carecemos de las evidencias empíricas necesarias para refutar definitivamente, ora el origen natural, ora el antrópico, de los inicios de la aridificación de los ambientes mediterráneos. De hecho, también existen incertidumbres sobre la naturaleza local o regional (aunque aumentan las evidencias regionales) de las sustituciones de las especies caducifolias por las esclerófilas. El problema estriba en la falta de datos y en la dudosa datación de numerosas prospecciones paleobotánicas y geoarqueológicas. Pero si podemos hablar de que la desedificación en la península se produjo en tiempos prehistóricos y no históricos.

 

Juan José Ibáñez

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5 comentarios

  1. me parese re asobrante me quede sin alinto o como dosen con la voca abierta,la vida begetal es ermosa y la amo, pero saben que solo tengo 16anaños y de asto no entiendo mucho.

    pero la naturalesa me a ayudado mucho, por todos loss problema que tengo de salud.

  2. Hola Isis, Gracias por tus palabras y esperamos que mejore tu salud cuanto antes. Un abrazo y ANIMO!!!!!

    Juanjo Ibáñez

  3. Tengo un trabajillo de dos folios y buscando bibliografía te he encontrado… No sé si añadirte a la bibliografía, ja ja 😛 aún hay mucho profesor que ve con malos ojos los recursos web.

    De dónde sacar la bibliografia del párrafo. "De ser cierta esta hipótesis, el proceso de sustitución de unas masas forestales por otras no fue sincrónico, coincidiendo más o menos con el avance de este a oeste de las culturas neolíticas. "

    No será de aquí: VALLADARES, F. 2007. El hábitat mediterráneo continental: un sistema humanizado, cambiante y vulnerable. Pp.

    219-239, en: PARACUELLOS, M. (Ed.) Funcionamiento, Biodiversidad y Conservación de los Ambientes

    Mediterráneos. Colección Medio Ambiente. Instituto de Estudios Almerienses (Diputación de Almería). Almería.

    Un saludo

  4. Hooa Biocomplex. Pues no.

    Es de esta referencia

    Ibáñez, J.J., .González-Rebollar, J.L., García Álvarez, A. & Saldaña, A. 1997. Los goecosistemas mediterráneos en el espacio y el tempo. In: J.J. Ibáñez, B. Valero & C. Machado (Editores) (pp. 27-130), La Evolución del Paisaje Mediterráneo en el Espacio y el Tiempo. Implicaciones en la desertificación. Geoforma, Logroño, 478 p.

    Saludos cordiales

    Juanjo Ibáñez

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