Durante la década de los años noventa, lideré dos proyectos de la CICyT sobre cambio climático y escribí algunas publicaciones al respecto. También formé parte de uno de los grupos de trabajo que redactó el Programa Nacional del Clima, siendo también miembro de la Primera Comisión Nacional sobre el Clima. Alrededor de 1998 abandoné este tema de actualidad, que sí ofrecía posibilidades de conseguir fondos y becarios, por cuanto no me gustaba nada el rumbo que se le estaba dando a la investigación sobre sumideros y escenarios, que eran aquellos en los que personalmente podía aportar algo de interés. En cualquier caso, dada la naturaleza divulgativa de esta Weblog, escribo esta contribución, con vistas a teneros informados de acerca de sus posibles repercusiones los suelos, así como por la pobreza de los contenidos de las noticias que versan sobre el tema. No me gusta nada que los temas medioambientales se politicen.

Abandone tal línea de investigación, debido a que los escenarios que ofrecían los modelos de circulación general (MCGs) eran muy inciertos respecto a las predicciones de las precipitaciones, por lo que elaborar futuros escenarios era como jugar a la lotería. No inicié investigaciones sobre sumideros,  a causa de que los fondos que necesitaba eran desorbitados y como creía que trabajar tan solo con los horizontes superficiales de ninguna manera iba a dar una visión acertada del papel de los suelos en el secuestro de carbono, dejé paso a los que empujaban para ir por estos derroteros. Ya he hablado del tema en una contribución anterior (¿Por qué solo se estima en los cm. superficiales de este Sumidero?).

 

Casi nadie duda actualmente, que el incesante aumento de las emisiones de gases radiativos a la atmósfera parece ser responsable de un posible incremento del efecto de invernadero, alterando el balance energético de la tierra y, como corolario, los patrones de circulación global. Simulaciones realizadas con los Modelos de Circulación General de la Atmósfera -MCGs-  predicen que la duplicación del CO2 atmosférico respecto al periodo preindustrial (previsto, más o menos para mediados del siglo XXI) podría incrementar la temperatura media de la Cuenca Mediterránea en varios grados (la magnitud exacta depende del MCGs utilizado), mientras que las precipitaciones medias anuales no se verían alteradas o disminuirán en un alguna cuantía (pero ver enfriamiento). La mayor parte de los resultados ofrecidos por los distintos MCGs coinciden en que la Región Mediterránea será especialmente sensible a tal cambio climático, debido a su situación de frontera entre las células convectivas De Hadley (al sur) y Ferrel (hacia el norte). Si las mencionadas predicciones se confirman, aumentaría la aridez de los paisajes mediterráneos y por tanto lo que equívocamente se denomina desertificación. En consecuencia, la aridez (inducida directamente por el cambio climático, pero también por sus repercusiones indirectas: incremento de la erosión y salinización de los suelos, mayor incidencia de los incendios forestales, etc.) podría afectar a ciertas zonas mediterráneas que hoy no padecen este problema.

 

Todo apunta a que el susodicho cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de eventos extremos o catastróficos (sequías, inundaciones, quizás tornados y huracanes, etc.). Sin embargo, ciertos estudios paleoclimáticos e históricos, apuntan a que en el pasado (aún en tiempos históricos), se han producido periodos en donde la frecuencia de eventos extremos fue mayor que la actual o, la prevista para el siglo XXI. Por ejemplo este hecho  se desprende de un análisis de la magnitud y frecuencia de inundaciones catastróficas en España durante el último milenio. Así, Gerardo Benito (CCMA-CSIC-Madrid) detectaron dos épocas con una gran cantidad e intensidad de avenidas: entre 1400-1500 y de 1850 a 1910. Según Benito y colaboradores (en una publicación de 1996), estas fechas coinciden con otras tantas transiciones de las condiciones climáticas peninsulares. Generalmente, las situaciones que conducen a tales eventos en las vertientes atlánticas y mediterráneas fueron distintas y no parecían correlacionadas.  Por su parte Creus, en 1997 (IPE-CSIC-Zaragoza-Jaca), haciendo uso de registros dendrocronológicos, comentaba: “La variabilidad climática actual, referida al comportamiento conjunto de precipitaciones y temperaturas, en modo alguno es comparable en magnitud a la observada en los siglos de máxima incidencia de la PEG (Pequeña Edad Glacial), si acaso con sus inicios y finales”. Ahora bien eso fue hace unos diez años y debo reconocer que, aunque sigo alguna noticia sobre el tema, posiblemente no esté todo lo informado que debiera.

 

Como responsable de un Plan Movilizador Inter.-Áreas del CSIC sobre desertificación y cambio climático, organicé un Workshop en el Monasterio de Piedra e invité a especialistas en diversos ámbitos del conocimiento. El objetivo que tenía “in mente” no consistía en abordar predicciones, sino en aglutinar a científicos que por diferentes caminos (metodologías y tradiciones científicas) exploraban los climas del pasado, concretamente entre hace unos 10.000 y 1.000. Para ellos hacían uso de dataciones isotópicas, análisis polínicos, estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, evidencias detectadas en los fondos lacustres, análisis de archivos eclesiásticos, etc. De los documentos aportados al worshop publicamos un libro:

 

Ibáñez, J. J., Valero, B. L.. y Machado, C. (Editores). 1987. El Paisaje Mediterráneo a Través del Espacio y el Tiempo: Implicaciones sobre la Desertificación. Geoforma, Logroño, 478 p. 

           

Desafortunadamente la editorial desapareció hace poco. Me gustaría colgar los capítulos de este libro para su libre acceso en Internet, por cuanto muchos de ellos mantienen su vigencia. Sin embargo, como ya he comentado, la cultura de Internet en este país no ha calado con vistas a actualizar las páginas Web de muchas Universidades y OPIs con una frecuencia razonable. Ojalá no tarde mucho en hacerlo.

 

En cualquier caso, se constataba como surgían escenarios distintos, dependiendo de las metodologías utilizadas, así como de la opinión de los expertos. Seguidamente, os incluyo (actualizadas) algunas de las conclusiones que yo mismo publique sobre las repercusiones del calentamiento climático sobre los paisajes de suelos mediterráneos. Algunos de ellos generarían que los mapas actuales de suelos dejaran de tener validez. 

 

 

Modificaciones de los paisajes de suelos a corto y medio plazo inducidos por el previsto calentamiento de la atmósfera: posibles procesos que alterarían la clasificación actual de algunos suelos mediterráneos

 

i.   Expansión de los horizontes ócricos en detrimento de los úmbricos y mólicos.

ii.  Extensión de los suelos salinos (a través de diversos procesos).

iii. Alteración de la composición salina de los suelos (la salinización favorecería el deterioro de la estructura y fomentaría la aparición de rasgos vérticos que podrían modificar la clasificación actual de algunos edafotaxa).

iv. Incremento de las precipitaciones de carbonatos de Ca y/o Mg (carbonatación)

v. Expansión del proceso de endurecimiento de ciertos horizontes edáficos (formación de horizontes petrocálcicos por endurecimiento de los cálcicos).

vi. Reducción natural (independientemente de la inducida por las actividades humanas) a medio y largo plazo de la extensión ocupada por Histosoles y Gleysoles y suelos hídricos (humedales someros).

vii. Extensión de suelos someros y poco evolucionados (Leptosoles y Regosoles) en detrimentos de los más profundos y/o evolucionados (Acrisoles, Luvisoles, etc.) como consecuencia de una previsible intensificación  de los procesos de erosión (hídrica y eólica).

viiii. Incremento de la extensión ocupada por los suelos característicos de ambientes áridos (yermosoles y Xerosoles según la FAO de 997; Aridisoles de la USDA-Soil Taxonomy).

ix. Extensión de los suelos bajo edafoclimás xéricos o ústicos en detrimento de los que actualmente disfrutan del údico (cambio de suborden de acuerdo a la USDA Soil Taxonomy)

x Disminución del reservorio (sumidero) de carbono orgánico y aumento del inorgánico (carbonatos)

xi. Reducción de la superficie actualmente ocupada por la edafosfera como consecuencia del ascenso en el nivel del mar.

 

Se trata de unas pocas generalidades, pero que son difícilmente rebatibles. Nótese que los cambios del contenido de los mapas realizados usando la taxonomía americana de suelos, se verían más afectados que los que hacen unos de la WRB, por cuanto en la última los criterios climáticos a penas son tenidos en cuanta como criterios de diagnóstico de los suelos.

 

 Juan José Ibáñez

 

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