Finalizamos describiendo algunos aspectos generales sobre la biodiversidad y geodiversidad de los ambientes Mediterráneos. No seremos exhaustivos por cuanto ya se irán incorporando numerosos rasgos más en la andadura de esta weblog. Comencemos por el clima y la tectónica, si bien nos centraremos obviamente en el suelo. Se trata de abordar algunos de los factores formadores del suelo de mayor relevancia para entender los paisajes de suelos mediterráneos.

Según Salvador Rivas Martínez (1993) el clima mediterráneo posee el mayor número de subtipos bioclimáticos del mundo. De acuerdo con Paton et al. (1996), la distribución de los suelos a escala planetaria se encuentra condicionada esencialmente por la tectónica de placas, ya que esta última determina también la distribución de los materiales litológicos y de los rasgos megatopográficos. Desde el punto de vista de la tectónica de placas, bajo clima mediterráneo se presentan todos los tipos de segmentos litosféricos posibles (Paton 1996): (i) centros de placa en Australia, Sudáfrica y Península Ibérica; (ii) márgenes compresivos en toda la Cuenca Mediterránea, California y Chile; (iii) Márgenes tensionales en ciertas áreas insulares como las Islas Canarias, las del Egeo, etc.

 

Por su parte, la Península Ibérica es una microplaca tectónica en si misma, por lo que alberga una enorme diversidad litológica, tectónica y fisiográfica. Como consecuencia de todo ello, la diversidad de edafotaxa por unidad de área, bajo clima mediterráneo, podría ser la mayor del globo y la Península parece ser la más edafodiversa de la vertiente norte de la Cuenca Mediterránea. Cuando acudimos a la base de datos de suelo del mundo de la FAO (Revista Geoderma 1998). Esta fue la conclusión que obtuvimos. Sin embargo, estamos trabajando a nivel Europeo con vistas a mostrar con mayor precisión que ocurre con los ambientes Mediterráneos de Europa. Esperemos dar una primicia mundial sobre el tema en pocos meses.

 

La gran biodiversidad de los ambientes mediterráneos no es discutida por nadie, al contrario que su origen. Posiblemente, este último obedezca a la acción combinada de múltiples causas que han actuado sinérgicamente. Entre ellas cabría mencionar tanto la susodicha diversidad de clima, litología y edafológica, así como sus respectivas historias geológica y paleoecológica y, finalmente, la milenaria acción antrópica que ha actuado a modo de motor de especiación, condicionando las características de la biota en toda la Cuenca Mediterránea.

 

Quizás, en este contexto, debiera tenerse en cuenta la extraordinaria fragmentación espacial de los biomas mediterráneos a escala planetaria, si tenemos en cuenta su reducida extensión, así como las repercusiones que ello acarrea en los mecanismos de especiación. De hecho, el alemán Schultz, en su monografía «The Ecozones of the World de 1995 (Springer)» afirma que se trata del bioma más fragmentado de todos. Como consecuencia, la suma de sus historias paleoambientales es también enormemente diversa. Así, por ejemplo, debido a que los ambientes mediterráneos no sufrieron la erosión glaciar pleistocena, permanece un gran número de superficies geomorfológicas antiguas con suelos policíclicos. En consecuencia, también se presentan diversos tipos de cronosecuencias (p. ej. glacis encajados, sistemas de terrazas fluviales bajo antiguas superficies terciarias, terrazas marinas). Esta alta diversidad también es propiciada por la abundancia de subtipos climático.

 

Adicionalmente a la diversidad especies, la diversidad de biocenosis  (b diversidad) en los ambientes mediterráneos también es excepcional, según diversos autores), tanto por la diversidad de hábitats (heterogeneidad espacial), como por la milenaria presión antrópica (p. ej. frecuencia de incendios intencionados, agricultura de rozas en áreas de montaña).

 

Según numerosos expertos, el mantenimiento de esta alta diversidad en mosaico requiere un régimen de perturbaciones en el espacio y el tiempo, mayoritariamente de origen humano, impredecible a corto pero no a largo plazo. De hecho, algunos autores consideran que estas estructuras paisajísticas se comportan, en si mismas, como una metacomunidad. Desafortunadamente, como ya hemos mencionado, no se han investigado las posibles interacciones y retroalimentaciones entre las diversidades de los distintos recursos (p. ej. los efectos de la edafodiversidad sobre la biodiversidad).

 

Es necesario precisar que los paisajes de suelos en la Cuenca Mediterránea no deben considerarse como sinónimos de los que se dan bajo climas mediterráneos. En nuestro reiterado trabajo de (1997), comentamos como sobre los centros de placa (p. ej. las Mesetas Centrales españolas, aunque muy deformadas por los procesos tectónicos), los edafotaxa suelen ser diferentes de los que surgen en los márgenes compresivos de la cuenca Mediterránea s.s. En el primer caso, cuando no han sufrido la erosión de los hielos cuaternarios, aparecen suelos muy profundos y evolucionados sobre gruesos mantos de alteración (regolitos). Por el contrario, en el segundo caso dominan los edafotaxa más someros y poco evolucionados. Sin embargo, los primeros paisajes de suelos son también los de mayor edafodiversidad. Por ejemplo, en Australia y ciertos enclaves de la microplaca Ibérica, aparecen paleosuperficies, como las rañas pliocénicas, con suelos muy antiguos (Acrisoles, Alisoles, Plintosoles) que cubren saprolitas de decenas de metros de profundidad. Estas se estructuran verticalmente en horizontes de diferente morfología, según su grado de alteración. Cuando se localizan en piedemontes, los paleopaisajes mencionados suelen ir acompañados de corazas ferrugionosas (ferricretas). Se trata de modelados, sedimentos y suelos muy semejantes a los de los trópicos secos con vegetación tropical sabanoide. La antigüedad de estos enclaves sobrepasa la edad actualmente estimada para el origen del clima mediterráneo, de acuerdo a los trabajos al respecto de Suc en 1982 y 1984. Son pues paisajes policíclicos que comenzaron sus avatares bajo condiciones subtropicales secas. Por tanto, resulta difícil identificar que suelos son típicos de los climas mediterráneos. ¿Existen edafotaxa cuya génesis es representativa de los climas mediterráneos? La bibliografía está repleta de vaguedades e imprecisiones, al no tenerse en cuenta, la acción conjugada de todos los factores formadores y regiones mediterráneas del mundo simultáneamente, como ya mentamos en 1997. Ibáñez et al. (1997) enfatizan sobre los rasgos más relevantes de los paisajes de suelos mediterráneos en el contexto global de la edafosfera, conjeturando que la acción antrópica ha generado una pérdida de edafodiversidad en los ambientes mediterráneos.

 

En el mentado trabajo de 1997, propusimos utilizar criterios macrofitoclimáticos y tectónicos con vistas a la elaboración de un mapa de edafomas de Europa a escala 1: 10.000.000. Tal  producto sería mejorable si se segregan, adicionalmente, las áreas que sufrieron la erosión glaciar cuaternaria de las que no la padecieron. Este criterio macrobioclimático recoge la acción simultánea de los factores formadores como clima y vegetación. Por otro lado, la perspectiva tectónica realiza la misma labor con la litología y fisiografía e introduce el factor tiempo a nivel edafológico, segregando los suelos monocíclicos de los policíclicos. Por tanto, esta metodología incluye la representación de todos los factores formadores de Jenny (1941 y 1961). En el Gráfico 24 de la galería de fotos de edafodiversidad se exponen los edafotaxa constitutivos, tras la segmentación de la edafosfera de la Península Ibérica sobre la base de los criterios mencionados.

 

Por su parte, ya en 1995 y 1998 abordamos un análisis de la diversidad b a escala continental, tanto de Europa como a escala planetaria. En el primer caso se constata como los paisajes de suelos mediterráneos, a la par de ser más diversos que los de los climas templados, poseen estrechas afinidades entre sí. A nivel planetario se demuestra la existencia de una concatenación latitudinal clara, de la que sólo se desmarcan los edafomas de alta montaña y los mediterráneos, teniendo todos los restantes más afinidad con sus vecinos que con los más lejanos (ver gráfico correspondiente de la galería de Edafodiversidad). Puede observarse también como los paisajes de suelos de los edafomas mediterráneos se asemejan mucho a los de los áridos. Pero, por favor, no extraigáis conclusiones precipitadas. En periodos con sequías pronunciadas siempre aflora el problema de la desertificación. No tienen nada que ver. El desierto no invade España, por mucho que los «media» se empecinen en asustar al personal.  Hay que vender periódicos. Parece que no hay nada como la «cultura de los catastrofos«. Ya entraremos en el tema del «mito de la desertificación» (al menos tal como se plantea actualmente) más adelante.

 

Juanjo Ibáñez

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Un comentario

  1. me parece vacano el trabjo de ellos por que por ellos encontramos tareas

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