Variabilidad Espacial versus Edafodiversidad. Otro Ejemplo de Irracionalidad Científica

Edafodiversidad y Biodiversidad 21. Análisis de la Diversidad y de la Variabilidad Espacial: Similitudes y Diferencias

Al margen de la diversidad taxonómica, las metodologías descritas también pueden ser utilizadas para determinar otro tipo de elementos, como la diversidad de estratos vegetales dentro de una comunidad, así como procesos y funciones [diversidad funcional]. Ya comentamos las razones por las que desaprobamos utilizar los vocablos «Funciones» y diversidad funcional. No volveremos sobre en tema. En un principio podría pensarse que debiera existir algún tipo de vínculo entre los conceptos de variabilidad espacial y diversidad. De hecho, en la literatura sobre edafodiversidad muchos geoestadísticos utilizan ambos vocablos como sinónimos. Sin embargo, como vamos a mostrar, las posibles relaciones no son triviales en absoluto. Un determinado objeto natural, en un espacio concreto, puede ser muy diverso y poseer al mismo tiempo escasa variabilidad espacial, o viceversa. Con objeto de demostrar esta paradoja aparente escogeremos un ejemplo concreto.

En colaboración con la Dra. Asunción Saldaña, de la Universidad de Alcalá de Henares. (1993, 1997, 1998, 2003 y especialmente el artículo que se encuentra en vías de publicación), realizamos un muestreo anidado de suelos a varias escalas en una topo-cronosecuencia del río Henares. Con este propósito se abrieron y analizaron más de 300 calicatas de suelos. Estos autores comprobaron que la variabilidad espacial de las propiedades de suelos estudiadas decrece desde los depósitos más recientes (terrazas jóvenes del Holoceno) a los más antiguos (terrazas pliocuaternarias antiguas). De hecho, la estimación de los semivariogramas de algunas propiedades edáficas en las terrazas jóvenes demostró albergar un efecto «nugget» puro, lo cual implica una total ausencia de correlación espacial, o lo que es lo mismo, la imposibilidad de predecir los valores de la variable entre calicatas separadas por pocos metros. Por tanto, no debe extrañar que la dimensión fractal «D» de ciertas propiedades fuera cercana a 2. Por el contrario, al aumentar la edad de las terrazas, decrecía la variabilidad espacial de los parámetros analizados, lo que implica un proceso de homogeneización de las propiedades de los materiales edáficos y una correlación espacial creciente entre las observaciones. De estos datos puede concluirse que el incremento en la edad de las terrazas determina que las variables muestren variogramas no transitivos, con varianza limitada dentro del rango de observación seleccionado. Así mismo, el número de modelos standard a los que se podían ajustar los semivariogramas de las observaciones, decrecía al aumentar la edad de las superficies muestreadas. Si entendemos tales modelos como objetos matemáticos, podría decirse que existía una  mayor diversidad de tipos de variabilidad en los paisajes de suelos jóvenes que en los maduros. Desde esta perspectiva, diversidad y variabilidad espacial se encontraban positivamente correlacionadas.

 

Por el contrario, también mostramos (Saldaña e Ibáñez, (en fase de publicación) que la diversidad de tipos de suelo (taxonómica) aumentaba continuamente conforme lo hacía la edad de las terrazas. De este modo, la diversidad de edafotaxa y la variabilidad espacial de las propiedades de suelos se encontraban correlacionadas negativamente.

 

Una posible interpretación de los resultados sería la siguiente. Sobre las superficies recientes, la variabilidad espacial de las propiedades analizadas es casi aleatoria, lo que implicaría la presencia de materiales deposicionales muy heterogéneos en su disposición y composición. Con el tiempo, los procesos edafogenéticos uniformizan las heterogeneidades iniciales del material parental, dando lugar a correlaciones espaciales y, como corolario, a una transformación de la variabilidad aleatoria en sistemática, mucho más fácil de predecir. Por el contrario, el incremento de la diversidad de edafotaxa con el transcurso del tiempo sugiere un proceso de cristalización de las heterogeneidades espaciales primarias (sistemas altamente desordenados) en estructuras más complejas y ordenadas, a la par que fácilmente discernibles, dando lugar a la emergencia progresiva de edafotaxa diferentes. Es decir, el sistema que constituye el continuum edafosférico va alcanzando con el tiempo un mayor grado de diversidad y complejidad. Se trata de un proceso característico de los sistemas complejos autoorganizativos al borde del caos, caracterizado por la presencia de diversas cuencas de atracción.

 

La cuestión más relevante de este estudio consiste en la emergencia de orden a un nivel jerárquico (edafotaxa), a partir del caos en el inferior (propiedades del suelo). Los resultados son concluyentes desde cualquier punto de vista. También mostramos como la «conectancia» (concepto ya comentado cuando hablamos de las relaciones entre diversidad y complejidad, en una de las primeras contribuciones al tema), disminuía conforme aumentaba la edafodiversidad.  Este hecho ha sido observado en al ámbito de la ecología. También Ramón Margalef mostró el mismo efecto en artefactos eléctricos: cuantos más componentes eléctricos tiene un aparato, menor conectancia existe entre los mismos. La razón es obvia, si todos los componentes distintos (diversidad) de un sistema estuvieran conectados entre sí, el fallo de uno acarrearía que todo el sistema se viniera abajo. Por tanto debe encontrarse un «compromiso» (equilibrio) entre la conectancia total (algo así como un cristal) y el desorden absoluto (caos, o efecto nugget en términos geoestadísticos) que garantice una cierta estabilidad al sistema, otra característica típica de los sistemas complejos. Lo curioso del estudio es que mostraba como las estructuras abióticas se organizan del mismo modo que las bióticas de forma espontánea. La complejidad aparece entre el orden y el desorden.  

 

La Dictadura del establishment o como se ideologiliza la ciencia censurando el descubrimiento de nuevas regularidades.

La cuestión a comentar aquí es como el trabajo lleva dos años rodando por motivos ideológicos. Cada vez que se ha enviado a una revista los edafólogos tipologistas (los que trabajan con los edafotaxa característicos de las clasificaciones tradicionales) alaban el estudio. Sin embargo, los geoestadísticos, que consideran que son clasificaciones subjetivas lo rechazan con indignación intentando que hagamos uso de sus técnicas (entre ellas las taxonomías numéricas), descalificando el concepto de edafotaxa y las clasificaciones universales, al contrario que la mayoría de nuestros colegas.

 

Las clasificaciones universales son productos consensuados, mientras que las numéricas son «ad hoc». Si hiciéramos uso de las últimas, no podríamos comparar, por razones ya apuntadas en otras contribuciones, los resultados en diferentes áreas y ambientes. Alegan los geoestadísticos, que las taxonomías numéricas son más objetivas. ¿Verdadero o falso? Rotundamente falso en términos operacionales. Diferentes expertos en técnicas numéricas defienden el uso de algoritmos clasificatorios distintos y hacen uso de variables diferentes. Por tanto aparece un nuevo elemento de subjetividad bajo un perfecto engranaje matemático que la pretende encubrir. El problema sociológico consiste en que la mayor parte de los editores que comandan las secciones de las edafometría de las revistas más importantes de suelos a nivel mundial son geoestadísticos. Surge así una curiosa paradoja. Dentro de una misma revista, en los trabajos no matemáticos se exige el uso de taxonomías universales (FAO o USDA-Soil Taxonomy), mientras que en los de edafología matemática se prohíbe.   ¡Fascinante!. Una revista dos criterios o raseros diferentes para juzgar los trabajos. Dos universos distintos en una misma revista. Debido a que las herramientas de edafodiversidad tratan con objetos discretos, los geoestadísticos se ponen de los nervios. Estos expertos no entienden de las ciencias de la complejidad, como ya vimos al abordar la representación del sistema edáfico como ente para el desarrollo vegetal. Parecen ignorar los fenómenos de emergencia y son absolutamente sectarios en sus argumentaciones. En consecuencia nuestros trabajos, y otros afines,  trabajos se ven sometidos a interminables controversias, cuando no son rechazados alegando los argumentos más peregrinos.

 

Un editor o muestra con rotundidad que puede refutar una línea de investigación o el artículo debe ser publicado. No es el caso. Utilizan motivos ideológicos para rechazarlos. Ahora bien cuando les planteo un debate público lo rehuyen (en una de estas revistas).  Ideología y ciencia son malas compañeras, por lo que algunos de estos editores son pésimos actores a la hora de ejercer su trabajo.

 

En ecología también existen ambas aproximaciones: la del continuum y la tipológica, no dándose (al menos en la actualidad) este tipo de debates. En biología las pretensiones de los matemáticos de sustituir las taxonomías biológicas tradicionales por las numéricas, fueron rechazadas por la comunidad científica durante las décadas de 1960 y 1970. Pero tal controversia no ha llegado a plantearse abiertamente en el ámbito de la edafología. Por tanto existe una censura a las aproximaciones matemáticas que abordan enfoques tipológicos, pervirtiéndose la ciencia, al no permitir que se analicen los fenómenos de emergencia.  Lamentable. Por estas razones nos vemos obligados a retrasar nuestras publicaciones por los intereses de una escuela que actúa a modo de lobby. Continuaremos hablando sobre esta materia. Otra vez más topamos con la irracionalidad de la racionalidad científica. Cuestiones de poder se esconden detrás de la palmaria falta de ética de muchos geoestadísticos.

 

Juan José Ibáñez

En su lucha contra el establishment

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