Aspectos Generales de la Biología y Biodiversidad del Suelo

Las investigaciones sobre la estructura y dinámica de las biocenosis, así como la cuantificación de la biodiversidad que alberga el suelo son tareas pendientes a desarrollar por la comunidad científica. Mientras seguimos hablando de diversidad, haremos algunas pausas con vistas a no decepcionar a los lectores que no estén interesados en los aspectos técnicos de su cuantificación, pero sí en lo que acaece en el seno del suelo. Sinceramente desconozco si es una estrategia adecuada. Intentamos que los contenidos de esta weblog interesen al mayor número de navegantes posibles. Pedimos disculpas a todos aquellos que no estén de acuerdo. 

El suelo puede considerarse como un subsistema con entidad propia dentro de los ecosistemas terrestres, que deriva del hecho de ser receptor neto de un flujo de energía contenido en la necromasa que se incorpora. Esta circunstancia tiene un carácter universal, al margen de la heterogeneidad de edafotaxa en el espacio y el tiempo, y da lugar a una gran diversidad estructural de la biocenosis heterótrofa que es capaz de utilizar dicha energía, aunque también pueden reconocerse una considerable cantidad de mecanismos que dotan al suelo de una enorme diversidad funcional. La biocenosis edáfica sensu stricto está constituida mayoritariamente por microorganismos (bacterias, algas, hongos y protozoos), por la micro- y mesofauna, y por algún grupo conspicuo de macrofauna, como es el caso de los lumbrícidos. Según estimaciones actuales el número de especies de bacterias superaría la cifra de 30.000, los hongos incluyen más de 1.500.000 especies, las algas 6.000, los protozoos 10.000 y los nematodos 500.000. Otros grupos de la fauna del suelo como colémbolos, ácaros u oligoquetos, también incluyen miles de especies y cada día se describen otras nuevas para la ciencia de todos los grupos mencionados.

 

A pesar de ello existen grandes complicaciones para identificar todas las especies de la microflora y la fauna edáficas presentes en un determinado suelo y, ni la presencia de un elevado número de especialistas y la dedicación de una gran cantidad de tiempo, garantizan la identificación total. Todo ello nos da idea de la dificultad que presenta determinar la biodiversidad edáfica, en términos parecidos a la que se realiza, por ejemplo, con las especies vegetales presentes en un área determinada. Un problema añadido reside en la heterogeneidad espacial de la distribución (horizontal y vertical) de la biocenosis edáfica, que se concentra en los denominados «hot spots» de actividad. Esta circunstancia se manifiesta hasta el extremo de que muestras recogidas a muy pocos centímetros de distancia, en un suelo con aparente uniformidad en sus propiedades físicas y químicas y en la disposición de la cobertura vegetal, presentan diferencias significativas cuando se realiza el recuento de los distintos grupos, sobre todo los más abundantes. Así, la condición de normalidad que asumen muchos los modelos de distribución está ausente, y por ello empiezan a adoptarse aproximaciones estocásticas, entre ellas los métodos Monte Carlo citados con anterioridad, que han sido más utilizadas en el estudio de variables abióticas.

 

La creciente necesidad, por parte de políticos y gestores, de disponer de criterios relevantes para hacer frente al progresivo deterioro y degradación del suelo, ha animado a diferentes autores a definir nuevos conceptos que, en muchas ocasiones, han sido utilizados como vicariantes del término biodiversidad. En la última década se han instalado en el ámbito de las ciencias del suelo los conceptos de calidad del suelo y salud del suelo que tratan de enlazar con la definición de sustentabilidad y resiliencia, basada en las denominadas «funciones del suelo» descritas por Blum y Santelises en 1994. Dichos conceptos utilizan como descriptores cierto número de variables bióticas sintéticas (biomasa microbiana, respiración del suelo, actividades enzimáticas, etc.), que están implicadas en procesos edáficos fundamentales, junto a otras características físicas y químicas del suelo. El concepto de calidad del suelo ha llegado a ser propuesto como paradigma para valorar la condición de sustentabilidad y como guía para las investigaciones y las políticas de conservación del suelo. Sin embargo ha ocasionado numerosas controversias y ha sido objeto de fuertes críticas, exponiendo la inconsistencia de un concepto que busca una aproximación holística al medio edáfico y reduce a un corto número de variables el criterio para la tipificación en suelos de diferente «calidad», término que por otro lado tiene un componente teleológico, muy alejado de la dialéctica de los procesos naturales y los organismos implicados en ellos.

 

Debido a las dificultades para determinar la biodiversidad edáfica, en el sentido en que se realiza en otras comunidades en las que el muestreo es más accesible, se han desarrollado líneas de trabajo que tratan de dilucidar las relaciones entre biodiversidad y funciones que tiene lugar en el subsistema edáfico (aunque no las funciones del suelo que mencionábamos anteriormente), asumiendo que existe una estrecha relación entre la riqueza de especies y los procesos clave que se desarrollan en el suelo, tales como las tasas de descomposición de la materia orgánica o el reciclado de nutrientes. De este modo se trata de conocer la incidencia de impactos sobre la microflora y la fauna edáficas, evitando algunas de las presunciones admitidas hasta el momento que atribuyen, por ejemplo, una relación directa entre la pobreza de diversidad de las comunidades epigeas (vegetación, avifauna, poblaciones de mamíferos, etc.) y la de las biocenosis del suelo.

 

Aunque ya incidiremos con más detalle en estos temas, tan solo anticipar dos materias para el debate.

 

La biodiversidad funcional es un término que puede ser útil en ciertos contextos, sin embargo, tal concepto adolece de algunos problemas. En primer lugar se basa en el número de grupos tróficos que acaecen en un ecosistema, y este es muy limitado, siempre menor de siete y ocho). En consecuencia el uso de las herramientas matemáticas que estamos describiendo es de dudosa utilidad. Del mismo modo la palabra función, se emplee como se emplee, mantiene connotaciones teleológicas, por lo que sería aconsejable hacer uso de otro vocablo.

 

Las estimaciones actuales del número de especies presentes en un suelo, se encuentran más relacionadas con el número de especialistas que trabajan en los distintos grupos taxonómicos que con el de estas entidades en si  mismas. Así por ejemplo existen escasos especialistas en taxones como los tardígrados, rotíferos, etc..  Más aun, a nivel bacteriano, el propio concepto de especie no parece ser adecuado con vistas a describir la diversidad de estos microorganismos.

 

Finalmente por hoy, hasta la fecha las relaciones entre las estructuras abióticas del suelo, tal como son entendidas por los edafólogos, y las biocenosis edáficas a penas han sido objeto de atención por parte de los biólogos del suelo. En consecuencia, existe una enorme laguna del conocimiento que debe ser abordada.   

 

Existen otras muchas incertidumbres que abordaremos en su momento.

 

Avelino García Álvarez

Juan José Ibáñez   

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6 comentarios

  1. esta muy chido toda su investigacio muy completa solo por que no investigan nadamas de los aspectos generales de la biodiversidad y no de la biologia pero eso no importa esta muy bien eho su trabajo

  2. buerno ,los felicito por todas sus aportaciones que nos dan a nosotras las universitarias ,pero a veces encontramos personas que no dan el verdadero interes a estas actividades ,saben me gustaria que me envien mas iminformacion a mi correo ,chao cuindense

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