Por razones que no vienen al caso yo no he estado en el ojo del huracán de la epidemia y los posts que he estado colgando, durante todo este tiempo, han sido sacados de documentos oficiales publicados, de ahí su tono oficial y poco personal. Todo esto está muy bien porque se trataba de ofrecer información y hacerla accesible, sobre todo a los compañeros mexicanos que la estaban demandando, ya que en medio del problema pocas veces se tiene la oportunidad de expurgar todas las fuentes para extraer la información necesaria y los medios de comunicación nos desinforman más que informan.

Hay que señalar que cuando aparece una nueva enfermedad y además ésta se presenta de forma epidémica, como ha sido el caso, las autoridades sanitarias han de ponerse en el peor escenario posible ya que es mejor pecar por exceso que por defecto, aunque esa actuación tenga el efecto no deseado de sembrar la alarma en la población. Así se han desplegado las fases de pandemia hasta llegar a la fase 6 en la que nos hemos instalado hace ya unos días y mientras esperamos que se activen los planes para la fase 6, porque a nivel mundial se ha decidido seguir con las actividades de la fase 5 (contención de la aparición de nuevos casos y tratamiento-aislamiento de los conocidos), podemos reflexionar sobre lo que ha pasado y lo que está sucediendo en este momento.

Esto viene a colación porque “he recibido esta aportación de un epidemiólogo de campo”. Este compañero nos aporta una reflexión sobre lo que está ocurriendo en su país y nos señala los puntos fuertes y débiles de las acciones en marcha para la contención de la epidemia. No voy a cambiar nada de lo que ha escrito.

¡Atención a lo que dice a continuación!  ¡Gracias Sergio!

Como integrante de un equipo de epidemiología de campo y frente a la emergencia de casos de influenza AH1N1 en América Latina me parece necesario realizar algunas reflexiones que puedan ser un aporte para epidemiólogos de lugares a los que no ha llegado la enfermedad:

 

a) Tal como se ha verificado en varios países, incluyendo a Chile, el uso de barreras sanitarias que controlan la presencia de fiebre en los pasajeros de vuelos internacionales detecta eficazmente dichos casos, pero pasajeros que se encuentran en período de incubación y que presentan síntomas con posterioridad no son detectados. El seguimiento telefónico de los ingresados al país presenta dificultades operativas asociadas a la cantidad de pasajeros, se requeriría efectuar miles o decenas de miles de llamados telefónicos, sin que esta metodología garantice que un sintomático vaya a reconocer el hecho frente a la comunicación de una autoridad sanitaria.

b) El período de incubación puede llegar a ser tan corto como 24 horas y como promedio es mas cercano a las 48 horas que a los 7 días que se mencionan como período máximo de incubación para influenza. Esto es trascendente cuando se intenta realizar contención a nivel de colegios, cursos e incluso grupo familiar; puesto que si no se tiene un laboratorio que entregue resultados concluyentes en menos de 48 horas, en muchos casos el bloqueo de contactos es tardío y los casos no se alcanzan a evitar.

 

c) La existencia de casos oligosintomáticos en un porcentaje importante de los infectados, plantea el hecho que las definiciones de caso que sólo consideran los casos febriles pudieran no ser suficientemente sensibles para la búsqueda de ellos. Sin embargo el ampliar la definición a casos no febriles genera una cantidad de casos sospechosos inmanejables para los equipos de intervención epidemiológica.

d) No es infrecuente, al realizar las encuestas epidemiológicas que se encuentren historias de familiares que tuvieron síntomas días e incluso semanas previas a la detección del caso en el colegio o en el grupo familiar. Frente a esta situación no existe una manera práctica de determinar si esos cuadros respiratorios, que incluso pueden corresponder a la definición de caso, fueron infecciones por influenza AH1N1. Es por ello que parecería razonable tener disponibilidad para realizar algún tipo de estudios que determinen niveles de anticuerpos.

 

e) Los adolescentes y adultos jóvenes han recibido (en años previos) de parte de las autoridades de salud el mensaje de que si no tienen fiebre alta no consulten en la red asistencial, sino que se manejen de manera domiciliaria. Ello puede significar que en este grupo etáreo se puede desarrollar una epidemia importante sin que la  detectemos hasta que aparezcan presentaciones de brotes comunitarios o institucionales o frente a la aparición de los primeros fallecidos.

f) En Chile, hasta el momento, una gran parte de los casos se encuentran asociados a grupos de alto nivel socio económico. Una característica de dichos grupos, en muchos países de América Latina,  es que se atienden en sistemas privados de salud que no siempre participan activamente en los sistemas de notificación oficiales, por lo que el número de enfermos puede estar severamente subnotificado.

 

En base a lo anteriormente planteado quizá se pueden establecer algunas observaciones:

Si la influenza AH1N1 no ha sido detectada en los controles de fronteras no significa necesariamente que la enfermedad no haya ingresado al país. Por lo que las medidas preventivas debieran implementarse tempranamente, y buscar una mayor sensibilidad de las Unidades Centinelas en la vigilancia de la Influenza e ir intensificando las recomendaciones a los equipos de salud, a fin de que haya una búsqueda activa de casos sospechosos entre grupos de riesgo, por ejemplo gente que viaja frecuentemente a áreas afectadas. Dicha búsqueda incluso podría dirigirse sobre población general, ello porque existe la posibilidad  que los equipos tratantes no detecten la existencia de los casos, considerando la variabilidad existente en la sintomatología y la creencia en la información existente.

 

 – Una vez que la enfermedad ingresa a un país y comienza a circular el virus libremente, parece lógico establecer criterios de gravedad que permitan a los equipos de epidemiología de campo detectar y manejar preventivamente a individuos que presenten riesgos mayores de tener cuadros graves o morir. Dichos criterios podrían ser establecidos en los países con una casuística que permita realizar dichas caracterizaciones, sin embargo se debe tomar en cuenta cual es el período promedio de incubación que se está observando, en cada país, para determinar cómo se va a realizar la actividad de detección y bloqueo.

– Intentar establecer un indicador que permita estimar el número real de casos que se está presentando, especialmente si circulan simultáneamente cepas de influenza estacional y A H1N1. Ello porque el uso de Oseltamivir está condicionado a su eficacia en cada una de ellas. Esto debido a que en algunos países se ha establecido que la resistencia de la influenza estacional a dicho antiviral ha sido cercana al 100%.

 

– Al parecer la letalidad de la presente epidemia podría ser del orden de un 1 por mil enfermos y la tasa de casos graves encontrarse cercana a un 1 por ciento. De ser así estos valores podrían utilizarse como una manera artesanal de inferir el total de casos existentes. Si tengo un enfermo grave por neumonía a virus Influenza humana AH1N1 podría tener un centenar de casos y si tengo un fallecido los enfermos totales podrían ser de un millar.

 

 

Consuelo Ibáñez Martí y Dr. Sergio Alcayaga.

Epidemiólogos de Campo.

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