Arden las Tablas de Daimiel

La turba del subsuelo de las Tablas de Daimiel arde desde agosto tras cuatro años seguidos sin agua. Los expertos anuncian que si no se inunda ya el parque nacional, será el preludio de una  “muerte anunciada”. Tras años de disminución de precipitaciones, sobreexplotación del acuífero 23 y ausencia de aportaciones externas (son otras las prioridades), parece que se llega a una situación irreversible.

 

[Grupo de Ingeniería Química. Universidad de Alcalá]

Las Tablas de Daimiel se encuentran en la “UCI”. Ya, lo de menos es la falta de agua. Desde hace unos meses se encuentran literalmente ardiendo, a fuego lento, como un puro, en un fenómeno producido como consecuencia del secado de la turba.

 

Durante miles de años, bajo el agua de las Tablas se ha acumulado materia orgánica, principalmente de origen vegetal. En esas condiciones, sin oxígeno y empapada en agua, se forma la turba, una especie de carbón vegetal.

 

Cuando este  suelo se seca, la turba pierde agua, se encoge y agrieta el terreno. El aire comienza a circular por los huecos. Y la turba, formada en ausencia de oxígeno, comienza a oxidarse y se calienta. Cuando supera cierta temperatura entra en autocombustión, arde sola bajo el suelo. El humo que sale por las grietas es débil, disperso. Apenas se ve. Sólo cuando hace frío, por contraste con la temperatura exterior, se aprecian las fumarolas salir de las oquedades del terreno.

 

Con todo, lo peor no es el incendio. Es lo que pasa en las Tablas: cuando parece que han tocado fondo surge un problema nuevo. Cuando se quedaron secas en 2005 nadie pensó que cuatro años después eso sería lo de menos. Lo peor, lo verdaderamente grave, es que al quemarse la turba el suelo pierde sus propiedades.

 

Así que cuando el agua vuelva -si vuelve- nadie garantiza que se vaya a quedar allí como hasta ahora. Es posible que se filtre directamente al acuífero, que las Tablas, como las conocemos, sólo existan en el recuerdo. «O actuamos ya o cuando el Cigüela [uno de los ríos que abastecía Daimiel y por los que va el agua trasvasada] lleve agua puede que ésta no se quede y vaya directamente al acuífero», dice Rosa Mediavilla, del IGME y estudiosa del subsuelo de las Tablas.

 

En el Parque de las Tablas no hay un único culpable. El humedal comenzó a morir en 1956, con la ley sobre saneamiento y colonización de los terrenos pantanosos en los márgenes de los ríos Cigüela y Záncara. La norma convertía terrenos inservibles de carácter pantanoso o encharcadizo en regadío. Entonces parecía imposible secar La Mancha húmeda, una comarca en la que el agua manaba en el suelo. El acuífero 23 rebosaba.

 

Pero el plan derivó en unas obras, a partir de 1965, que transformaron por completo el paisaje manchego. El plan se propuso, y consiguió, desecar la mayoría de los conjuntos lagunares en los límites de las provincias de Toledo, Ciudad Real y Cuenca. Creó en esas tierras enormes superficies de regadío. Por lo general, la propiedad se hizo dispersa, muchos tuvieron un acceso razonable a la tierra y empezaron a sembrar y a producir. Se creó riqueza.

 

Blas Villalta, en lanzadigital.com lo resume muy bien “Desde el mirador de las Tablas, en el punto más alto de una suave loma, se divisa una gran llanura, como un mar amarillo de hierba reseca, donde en otro tiempo sí que hubo algo parecido a un mar de verdad: una extensa superficie permanentemente encharcada con un ecosistema propio y conectado a los cauces de los ríos Guadiana y Cigüela. Al fondo a la izquierda, donde acaba el color pajizo del área protegida, se divisa otra loma, pero de verde intenso en primavera, campos de cereal coronados por la estructura ciclópea de pívots de riego. No hace falta ir a los libros ni ver documentales: sin salir de las Tablas se entiende todo”.

 

En la actualidad, sólo en dos puntos hay agua gracias a bombeos subterráneos. Así los turistas pueden ver un resto de laguna. Sólo hay cinco hectáreas inundadas, de las 1.600 encharcables del paraje.

 

El paso de descatalogar a las Tablas como reserva de la biosfera está por darse, y pronto. El Consejo Científico de la Unesco ha dado de plazo a España hasta 2011 para recuperarlas.

 

 

Fuente: El Pais

 

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