autor: Miguel Vicente

Si alguien cumple con los requisitos de haber sido un genio, ese fue Mozart, niño prodigio, músico y compositor precoz y prolífico con una vida controvertida, y lamentablemente corta. Mucho se ha contado sobre él, pero quizás la película de Milos Forman, Amadeus, ha sido lo que más ha contribuido a presentar Mozart al gran público. El argumento de la cinta dejaba traslucir, sin contarlo explícitamente, que el final de Mozart fue tan espectacular como su obra, habría muerto víctima de otro compositor, Antonio Salieri, que, celoso de las dotes del genio, se las habría ingeniado para envenenarle. La realidad pudo ser otra, menos dramática: Mozart pudo morir por las secuelas producidas por una infección bacteriana que le dejó inservibles los riñones.

Escena de la película Amadeus. Mozart es el personaje del centro, Salieri se encuentra en el extremo derecho.


Que el asesino de Mozart bien pudo ser Streptococcus pneumoniae, el estreptococo, es la tesis que proponen los autores de un articulo publicado recientemente en la revista Anales de Medicina Interna. No es tan espectacular como la película de Forman, pero puede que más parecido a lo que ocurrió. Al menos los autores no se basan en la leyenda, sino en la comparación de los síntomas que Mozart presentó los días antes de su muerte con los que hoy en día sabemos puede producirse tras una infección por esta bacteria patógena.

El estreptocococo es una bacteria que muchas veces se encuentra sin causar problemas en las vías respiratorias superiores, todo lo que desde nariz y boca está antes de los bronquios. Pero cuando algo nos falla en las defensas y el estreptococo invade otros lugares del cuerpo se convierte en un enemigo implacable con consecuencias muchas veces funestas. La enfermedad más conocida de entre las que provoca es la neumonía, de la que mueren muchos ancianos y la que a veces es una complicación de la gripe. Aún así no es la más grave, lo es menos que la otitis media, que ataca al conducto auditivo medio, lugar en el que la infección es muy difícil de tratar con antibióticos.

Streptococcus pneumoniae adherido a células epiteliales humanas. Portada de la revista Infection and Immunity septiembre de 2005.

Es el estreptococo especialmente insidioso, ya que entre sus propiedades está el que cuando su número ya no puede aumentar mucho más, porque ya hay demasiados en un mismo sitio, la gran mayoría estallan. Se cree que el estallido tiene alguna ventaja para los que no lo hacen, pues consiguen alimentarse de los restos de sus hermanos e incluso incorporar segmentos de ADN que les pueden añadir información genética valiosa. Todo ese mejunje, resultado del estallido de los microbios muertos, se vierte a la sangre del enfermo, y lo que para el estreptococo es comida reparadora, para nuestro organismo es un veneno tan letal como el que Salieri hubiera podido proporcionar.

Los síntomas de Mozart antes de su muerte, fiebre, hinchazón, dolor no localizado y erupción de la piel, según quienes le atendieron, son compatibles con una infección de estreptococo que le provocase lo que médicamente se llama glomerulonefritis postestreptocócica. Esto es, un bloqueo de los riñones al taponarse con uno de los compuestos desprendidos del estreptococo los poros por los que se filtra la sangre para eliminar la orina. Al no poder eliminar orina se acumulan en el cuerpo los desechos tóxicos de las células y de los microbios muertos (venenos que son una de las causas de la fiebre) y el agua (lo que lleva a la hinchazón). También esgrimen los autores del trabajo otra razón que apoya su propuesta, el que en los días en que se produjo la muerte de Mozart hubo un aumento significativo, comparando con los mismos días del año anterior y del posterior, de los hombres jóvenes que como Mozart murieron presentando los mismos síntomas compatibles con las secuelas de la infección por estreptococo.

La Flauta Mágica. Mozart completó la partitura poco antes del día de su estreno el 30 de septiembre de 1791 en Viena.

En tiempos de Mozart aún faltaba siglo y medio para que se utilizase la penicilina como medicamento para frenar las infecciones, si se le hubiese administrado el antibiótico a tiempo, a ser posible antes de que se manifestasen los síntomas más graves, posiblemente se hubiese recuperado. Los antibióticos hubiesen frenado asimismo la epidemia que se cree debió de propagarse por Viena en el año 1791 y que por los datos existentes pudo tener uno de sus focos en los cuarteles de la ciudad. Mozart murió el 5 de diciembre de 1791, con 35 años, una edad muy por debajo de la expectativa media de vida para los varones austriacos del siglo XVIII. Por contra Salieri vivió 74 años, una edad longeva considerando que esa expectativa de vida era entonces de 45 años, 49 si se excluye a los militares. Apuntan asimismo los autores del artículo que Mozart pudo resultar más susceptible a la infección por estar debilitado a causa de la vida poco saludable que llevaba en sus últimos días, que pasaba bebiendo por el día y componiendo música hasta bien entrada la noche.



Irena Bespalovaite como Papagena y Christian Gerhaher como Papageno cantando «Pa-Pa-Gena!Pa-Pa-Geno!» en el «Salzburger Festspiele» 2006



Foro del día 24 de agosto de 2009 en mi+d


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