La ciencia – 2.01

Quiero continuar aquí durante este mes de Agosto, con algo más de tranquilidad y alejado de los agobios diarios, algo que comencé en Septiembre pasado, algo más amable que todos estos problemas agobiantes sobre un medio ambiente que degeneramos más deprisa de lo que es capaz de regenerarse. Hablaba entonces de la ciencia y quiero hacer un recorrido durante unos 30 días sobre lo que significa la ciencia en el mundo, y más aun, en el mundo moderno, un mundo que esta volviéndole la espalda, quizá por ignorancia, quizá por prisa,  quizá  por impaciencia.

 

El homo sapiens apareció sobre el planeta Tierra hace unos 40.000 años. ¿Cómo? No lo sabemos ni lo podremos saber nunca a ciencia cierta (veremos en estos blogs de Agosto que no podemos conocer jamás nada a ciencia cierta, pero que sí podemos tener probabilidades altas de saber que una cosa sea de una forma o de otra). La hipótesis más plausible es la siguiente: Un cambio muy pequeño, de uno o unos pocos  genes, probablemente, causaron que las conexiones neuronales pudiesen establecerse constantemente a lo largo de toda la vida humana y que fuera posible reconstruir, también constantemente, esas conexiones neuronales, de manera que en nuestras mentes se pudiesen generar imágenes de centauros, pegasos y sirenas. Es decir, que fuera posible tomar una conexión que formaba parte de la imagen de un caballo y unirla a otra que formaba  parte de la imagen de un hombre y unirlas entre sí. Al poder recombinar constantemente imágenes pudimos dibujar el futuro, y todo lo no visto, incluido el pensar que la muerte no existía y que había otra vida tras la presente.

 

Durante unos  39.600 de esos años la capacidad mental del ser humano se concentró en imágenes   esencialmente irreales.  El ser humano imaginaba una Tierra fija rodeada de astros, de espíritus, de fantasmas,  imaginaba que, puesto que había jefes tribales en la Tierra, debía haberlos también fuera de ella, en las “esferas celestiales”,  imaginaba que puesto que él podía fabricar muñecos de barro, esos jefes extraterrestres podían hacer lo mismo. Imaginaba que puesto que pagando,  por ejemplo, un cordero, podía conseguir que los  jefes terrenos le dieran semillas para plantar o comida para satisfacer el hambre, pagando  un cordero podía conseguir que los jefes extraterrestres le trajeran lluvia  o curación para sus males  o  la  victoria en sus guerras de rapiña. Imaginaba sin cuento y sin límite  y su imaginación se refería generalmente a sus deseos. 

 

Un ejercicio importante de imaginación debió tener lugar hace unos 8000 años, alrededor del tiempo de la última deglaciación. Las especies vivas mutan constantemente, pero la gran mayoría de las mutaciones son dañinas y no se perpetúan. Una de estas mutaciones continuas debió consistir en que uno de los parientes del trigo, de la cebada o del centeno dejaba caer las semillas a pie de planta en vez de dispersarlas a distancia de las mismas. La imaginación humana fue capaz de seleccionar esas plantas, inviables por sí mismas, para su uso personal. La deglaciación arrastró cantidades gigantescas de barro a los valles de los ríos Tigris y Eúfrates en Mesopotamia, del Indo y el Ganges en el Hindostán, de los ríos Amarillo y Azul en China, un barro que durante algunos miles de años permitió cosechas múltiples. La imaginación fue capaz de prever que aquellas semillas permitirían superar eventuales crisis alimenticias, pero fue incapaz de prever que  la abundancia de alimento generaría abundancia  de  población, de forma que por superar etapas irregulares de hambruna se generó una semihambruna permanente.  Por lo general el ser humano actúa para resolver problemas puntuales, y aunque tiene imaginación, rara vez es capaz de prever que la resolución de estos problemas puntuales produce problemas continuos muchas veces mayores que los anteriores.  En particular, la cantidad de trabajo diario para sobrevivir mediante la caza y la recolección no llega a tres horas, mientras que la misma cantidad cuando se necesita cultivar la tierra y moler el grano es de más de 8 horas, añadiendo a esto que las condiciones de la vida sedentaria quizás no sean tan buenas como las de una vida nómada.

 

Pues bien, dejando aparte este ejercicio sobre una imaginación emergente,  tras él el ser humano avanzó poco en su comprensión y control del mundo que le rodeaba.  Judíos, griegos, romanos, indios, persas y chinos edificaron bellos  edificios imaginativos  de escaso valor tanto conceptual como práctico. Si los vientos derivaban del capricho de un dios, si las cosechas eran buenas o malas dependiendo del interés o desinterés de una diosa, si estos dioses eran indiferentes a los pagos (sacrificios y libaciones) que se les ofrecía, la vida solo podía mantenerse a base de un inmenso esfuerzo físico para conseguir unos resultados más bien parcos: Comida escasa, transporte lento,  insectos y plagas frecuentes, y la guerra de rapiña como única forma de aumentar localmente las riquezas disponibles.  Algunos jefes de tribu, que acumulaban el trabajo de los demás, podían, durante cortos espacios de tiempo, disfrutar de lujos conseguidos con las escaseces de aquellos, ya que la riqueza era limitada y el bien de unos solo se podía obtener disminuyendo el bien de los otros.

 

Avanzamos así lentamente, de siglo en siglo, hasta 1600. La imaginación humana existía, había sido capaz de dominar los cereales, aunque no su cultivo prolongado, había sido capaz de construir barcos, aunque no de diseñar esquemas de navegación. Se necesitaba una nueva mutación, pequeña, de un gen, o más bien, de un meme, un gen mental, no físico, un gen intelectual, no una parte de la cadena de ADN del organismo, sino parte de la cultura almacenada y transmitida vía el habla y la escritura.

 

La mutación fue pequeña, minúscula, y sin embargo, de consecuencias aun hoy incalculables. La mutación consistió en preguntarse ¿Cual es la realidad?  Y en dejar caer juntas una esfera de plomo y una esfera de madera ligera, y ver cuando llegaban ambas al suelo.   No sabemos cuando ni en quien se produjeron aquellas primeras mutaciones  que trajeron el habla y la imaginación, pero si sabemos cuando y en quien se produjo esta última mutación mental que cambió radicalmente nuestra vida: Ocurrió en 1600 EC y le ocurrió a Galileo Galilei. Tras aquella mutación ya nada podría volver a ser igual, aunque durante mucho tiempo, hasta hoy mismo, muchos seres humanos siguen queriendo aquella imaginación antigua que no servía, pero que como una buena película, era en cierta medida reconfortante, reconfortante como una buena droga, como el olvido, como el sueño.

 

Aquello que descubrió Galileo era la ciencia, la visión del mundo con los ojos de la realidad.  Aquella visión era bella, y sobre todo, como aconsejaba Spinoza,  era capaz de substituir  la emoción negativa de la muerte, la emoción negativa del dolor, no por algo irreal, sino por una emoción positiva obtenida mediante el razonamiento y el esfuerzo intelectual.

 

La ciencia es la visión real del mundo. En esa visión no se niega la muerte ni el dolor, no se paga un sacrificio por la lluvia  o la curación. En esa visión se trabaja duro por la vida, por una vida que viene desde tan lejos como queramos en el tiempo, y que va tan lejos como podamos pensar, una vida a la que nuestros esfuerzos contribuyen, y que cada uno de nosotros disfruta mucho más que puede disfrutar la imagen falsa de una película en la cual las personas atraviesan paredes, vuelan sin ayuda por los aires y levantan rascacielos. Es una visión que despierta en cada uno toda la belleza del mundo, y que reemplaza con la emoción racional el miedo irracional al mundo que nos rodea.  Es la ciencia que vamos a ver durante estos días.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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3 comentarios

  1. Aplaudo su inciativa, le animo con esta serie de escritos y espero impaciente su lectura. Me parece de un interés primordial y me encantaría conocer la opinión de un hombre sentado en la "cúspide" de la ciencia en España, donde quiera que eso se encuentre (la cúspide, no España…)

    También le animo a recopilarlos una vez que haya terminado y colgarlos en algún sitio para poder bajárselos de una pieza.

    Un abrazo.

  2. buena reflexión, aunque creo que sumamente contradictoría. Usted habla de una evolución mental, a lo que voy sumamente deacuerdo. De igual manera, habla de los bloqueos mentales que la humanidad como especie ha sufrido (recordemos la imposibilidad de los antiguos americanos al uso practico de la rueda).

    Pero la historia no se acaba con Galileo… que ha pasado en estos 400 años de evolución, en la que hemos comprobado que evolucionamos aun mas rápido (intelectualmente hablando)… si bien la ciencia nos ha abierto las puertas a "verdades universales"… recuerde por favor que esa misma "verdad" fue creida por los pueblos antiguos al danzar ante un ídolo, lo mismo que ahora danzamos alrededor de un microscopio.

    La palabra es "evolución" y proponer a la ciencia como "bien último" de la humanidad es conspirar contra eso con lo que usted inicio su texto.

    Muchas gracias por esta reflexión, y por favor no tome a mal mi comentario, al contrario, es el inicio de un proceso de reflexión que gracias a usted, ambos hemos iniciado. Saludos

  3. USTED HABLA DE UNA EVOLUCIÓN MENTAL , MUCHS GRACIAS POR SU REFLECCIÓN ELEMENTAL

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