Lamarck, el décimo pasajero (I)

Ripley: ¿Cómo le matamos? Tiene que haber alguna forma de matarlo ¿Cómo lo hacemos?

Ash: No podéis. Aún no comprendéis a qué os enfrentáis, ¿verdad? Un organismo perfecto. Su perfección estructural es sólo comparable a su hostilidad.

Lambert: Tú le admiras.

Ash: Admiro su pureza. Es un superviviente […] No tenéis ninguna posibilidad. Pero… contáis con mi simpatía.

 

 

En Alien, el octavo pasajero, el androide Ash, oficial científico, viene a hacer apología de una forma de entender la evolución natural que está bastante arraigada en la mentalidad humana. La pundonorosa y brava segunda oficial Ellen Ripley (más adelante teniente Ripley; por cierto, considerada por algunos como la primera verdadera heroína del cine), no llega a saber a qué se refiere el androide hasta cincuenta y siete años y dos películas después, cuando se topa por tercera vez con los intereses de la Weyland-Yutani Corp., en esta ocasión ya “embarazada” de un alien.

 

Se ha demostrado que en la naturaleza se produce la transferencia horizontal de material genético en cantidades bastante importantes. Ahí tenemos los retrovirus endógenos, los retrotransposones, la conjugación bacteriana, etc., y recientemente se va descubriendo que algunos animales son capaces de adquirir genes externos a partir de lo que ingieren, como ocurre, por citar dos ejemplos, con ciertos rotíferos y babosas marinas. Este material genético adquirido por transferencia horizontal, si se continúa transmitiendo verticalmente (de padres a hijos), supone una clara muestra de herencia de caracteres adquiridos. La capacidad de incorporar genes “foráneos” que puedan resultar ventajosos para el individuo y su descendencia al parecer sería un modo de acelerar la evolución, que, de limitarse a cambios puntuales (mutaciones y pequeñas deleciones o duplicaciones) producidos espontáneamente y al azar por error durante la replicación del ADN, sería lentísima. Lynn Margulis batalla en estos momentos porque se acepte una teoría suya relacionada con esto.

 

Llegados a este punto, debo añadir que no tengo ningún interés en añadirme a las múltiples discusiones acerca de si la Teoría Sintética (neodarwinismo) debe ser revisada de nuevo para que los hechos observados vuelvan a cuadrar una vez más con dicha teoría (o ésta con los primeros, mejor dicho), ni pretendo insinuar que en el nosecuántos aniversario de Darwin los que admiran a este genial científico se deben poner a entonar el mea culpa arrodillados ante la estatua del vilipendiado Lamarck. Aunque sí se produzca la herencia de caracteres adquiridos, a pesar de que también se ha demostrado (herencia epigenética) que los propios organismos pueden, hasta cierto punto, “buscar su propio camino” según los requisitos ambientales, no veo que exista una guía o carril por el que deban pedalear para perfeccionarse a medida que evolucionan hacia algo más complejo y grande, ni he leído que haya pruebas suficientes de que la función o el uso “creen al órgano” (tal vez, si acaso, pueda haber algo de eso en la adquisición de resistencia a antibióticos por las bacterias, pero, según lo entiendo, ese fenómeno no deja de ser algo así como ponerse a tirar los dados más deprisa porque de lo contrario te echan de la partida, cosa que aunaría lamarquismo y darwinismo), y mucho menos podemos hablar de la posibilidad de la generación espontánea. De cualquier modo, la propia Teoría Sintética es tan flexible (si se olvida uno de mantener a toda costa la posición en la colina 101 de Iwo-Jima) que puede incorporar ideas lamarquistas sin que esto suponga ninguna blasfemia ni obscena aberración.

 

Pero sí, Lamarck consiguió algo desde el comienzo en el asunto de la evolución: “calar”. Y eso es lo único que me interesa resaltar en esta entrada del blog. Me explico: mientras la selección natural de Darwin no pasa de ser a ojos del vulgo un “el pez grande se come al chico”, la teoría evolutiva de Lamarck quedó en todo momento grabada a fuego en ese inconsciente colectivo popular que se denomina “sentido común”. Era muy intuitiva, mucho más que cualquier otra, y además muy fácil de comprender y aceptar por una especie que de por sí se considera “elegida”. Era casi tan fácil de aceptar como la del diseño inteligente, que más que intuitiva es conveniente. Y es que se tiende a pensar en la evolución de las especies como si fuera el desarrollo de los individuos, y además esta evolución-desarrollo, todavía en términos intuitivos, indicaría una dirección, una vectorialidad, que es palpable en la ficción: si un tipo hace mucho ejercicio se pondrá cachas y, como consecuencia, sus hijos serán muy fuertes (véase Conan, el cimmerio hijo de un herrero, cuya fuerza era consecuencia del oficio de su padre, según el autor de la saga); y si un organismo extraterrestre (o terrestre pero modificado genéticamente) está lo suficientemente “evolucionado” y ha alcanzado cierta complejidad, será sin duda inteligente (sinónimo de muy evolucionado). Son cláusulas que se incluyen en el contrato entre autor y lector/espectador. No necesitan ser puestos en tela de juicio. Ocurren porque es “lógico” que así sea. La evolución, intuitivamente “debe” ser vectorial, rápida, muy rápida, de caracteres adquiridos, con órganos creados por las funciones que deben realizar, y conduce al ser perfecto (inteligente o, en compensación, superdepredador invulnerable que se encuentre en la cima de las cadenas trófica y social allí donde se encuentre). Porque de esta manera además de ser más intuitivo también es más entretenido. Da más juego.

 

La saga de Alien, que incluye cuatro películas y dos crossovers (y cómics, y videojuegos), ha aprovechado esta visión entrañable y popular de la evolución con una maestría insuperable; y lo hace con objeto de hacer mella en el espectador, que se sentirá vulnerable e indefenso ante la posibilidad de que aparezca una especie “superior” a la suya. Es la idea que expresa, con admiración, Ash cuando la segundo oficial y la piloto de la Nostromo le interrogan en el diálogo con el que comenzaba esta entrada. Pero Ash (y seguramente el gato, que era el noveno pasajero) sabían algo más, y os lo intentaré mostrar en el siguiente artículo.

 

Federico G. Witt

Bioquímico. Administrador de Portal de Ciencia Ficción

Compartir:

2 comentarios

  1. hola mi abuela le diagnosticaron ela hace poco y tiene 61 diganme donde tengo que dirigirme para lo de las celulas madre por favor quiero ayudarle porque se encuentra maly es muy joven.

Deja un comentario