España se une al Observatorio Austral Europeo

David Barrado y Navascués

Hasta hace unos pocos días, España era miembro de dos de las grandes agencias supranacionales dedidacas a la investigación y el desarrollo científícos, la Agencia Espacial Europea  (ESA) y el Centro Europeo para la Investigación Nuclear  (CERN). Una tercera, el Observatorio Austral Europeo (ESO) se ha sumado a la lista.


Leo en los periódicos que España se une a una gran institución científica europea, el Observatorio Austral Europeo. La ministra de Educación y Ciencia y la directora general de la ESO firmaron el pasado lunes el acuerdo de incorporación.


He de confesar que mi reacción ha sido ambivalente. Desde que quise ser astrofísico, cuando era niño, me di cuenta de la importancia, la necesidad, de que España formase parte de este club (a nuestros políticos les ha llevado bastantes más años percatarse de este hecho). Sin embargo, tal vez no sea éste el momento más adecuado; tal vez las negociaciones no se hayan conducido por los mejores canales. A fin de cuentas, los principales implicados, los astrónomos, casi no hemos participado del proceso negociador. Casi diría que la información que hemos recibido ha sido bastante escasa.  Envidio a mis colegas del Reino Unido. Cuando este país se unió a ESO hace unos pocos años, el procesos fue mucho más abierto y participativo.

En cualquier caso, lo más importante es que ya somos un país miembro de pleno derecho, y que no solamente podremos solicitar tiempo de observación en alguno de los telescopios más potentes del mundo, sino que participaremos en desarrollos tecnológicos que potenciarán la industria española y su competitividad, que falta nos hace.

(La fotografía, cortesía de ESO, muestra el Cerro Paranal y su transformación desde 1991 hasta 1999, en Chile. Allí se encuentra el conjunto de cuatro telescopios de 8 metros de diámetro llamado «Very Large Telescope»).

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